Regalo de Nochebuena
Tempus fugit ·
Mientras Papá Noel repartía paquetes por los hogares murcianos, al fax del palacio de San Esteban llegaba la confirmación del acuerdo para que la Comunidad asumiera las competencias sanitarias. El traspaso se cifró en 147.000 millones de pesetas, unos 884 millones de euros, la cuarta parte del déficit actual del SMSNochebuena de 2001. Los teléfonos de la Consejería de Sanidad suenan igual o más que cualquier otro día laborable. Entre cigarrillos y algún que otro habano, el consejero Francisco Marqués y su equipo, coordinado en todo momento por el secretario general José Luis Gil, no paran de hacer cuentas y cálculos con la supervisión del titular de Economía y Hacienda, Juan Bernal, meticuloso donde los haya. El tiempo se echa encima y la Comunidad Autónoma se prepara para recibir del Estado las competencias más importantes en volumen de dinero y, en igual medida, en riesgos a la hora de gestionarlas. Tras las de Educación, asumidas a finales de 1999, el Gobierno regional ultima con el Ministerio las transferencias sanitarias y ni siquiera un día tan señalado de las fiestas navideñas sirve de excusa para aplazar lo inaplazable. Porque Murcia no va sola en este viaje, la acompañan otras siete autonomías que hasta la fecha seguían dependiendo del Insalud, presidido entonces por Rubén Moreno Palanques, sucesor del actual líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, por aquellas fechas hombre fuerte del Ejecutivo de Aznar.
Mientras Papá Noel reparte regalos por los hogares murcianos, al fax de San Esteban llega la confirmación del cierre de las negociaciones. El acuerdo valora el traspaso en 147.000 millones de pesetas, unos 884 millones de euros, moneda que entraría en vigor tan solo unos días después. Desde el 1 de enero de 2002, el Servicio Murciano de Salud asumiría el control de 6 hospitales -con más de 2.000 camas- y 224 centros de salud, así como a cerca de 13.000 trabajadores del citado Insalud. Todos parecen contentos: el Ministerio de Sanidad, en manos de la polémica Celia Villalobos -famosa, entre otros patinazos, por las 'perlas' que nos dejó durante la crisis de las 'vacas locas'-, se quita un peso de encima y la Comunidad, por su parte, da el gran salto para el autogobierno. La firma de las transferencias -el 26 de diciembre- queda inmortalizada con una foto en las dependencias del Ministerio de Administraciones Públicas: el ministro Jesús Posada estrecha la mano al vicepresidente Gómez Fayrén, flanqueados por Marqués y Bernal.
Comenzaba así una nueva era en la asistencia sanitaria pública que hacía soñar con mejores hospitales, listas de espera más reducidas, puesta en marcha de nuevas prestaciones y servicios, mayor cercanía entre los usuarios y la Administración... Y lo cierto es que, visto con la perspectiva que ofrece el paso de los años, la calidad asistencial ha experimentado, en líneas generales, un gran salto cualitativo y cuantitativo en estos 23 años de gestión en los que, si algo ha quedado meridianamente claro, es que la sanidad pública representa un pozo sin fondo que requiere una financiación robusta que disminuya al mínimo el inevitable déficit que entraña. Y precisamente este 'pequeño' detalle no se tuvo en cuenta en aquel pacto de Nochebuena. O al menos se obvió en la cifra final de las transferencias tal y como ya entonces algunos expertos en la materia advertían 'off the record'. «Han sido lentejas: o las tomas o las dejas», recuerdo perfectamente que, a los pocos días del pacto, me contaban varias fuentes más que solventes conocedoras de las consecuencias que tendría asumir las esperadas competencias en esas condiciones. Tal circunstancia, unida a la infrafinanciación autonómica galopante que viene sufriendo la Región en las dos últimas décadas, ha empujado al SMS al abismo del endeudamiento. Su déficit contable a 31 de diciembre de 2023 -último dado a conocer- fue de 3.621 millones de euros, cuatro veces la cantidad recibida en el acuerdo de las transferencias de 2001. La comparativa asusta, por mucho que hayan transcurrido más de dos décadas.
Pese a ser verdad, descargar toda la culpa de la situación actual del Servicio Murciano de Salud -que, recordemos, es el que más tarda de España en pagar las facturas a sus proveedores (174 días de media)- en el maltrato financiero al que nos somete el Estado resulta, cuando menos, un argumento simplista y nada autocrítico. En paralelo a las reivindicaciones legítimas de un trato equitativo e igualitario con el resto de autonomías, la Comunidad debería arbitrar medidas de contención del gasto sanitario con la implantación de procesos más rigurosos y optimizando unos recursos muchas veces desaprovechados debido a inercias heredadas que lastran el sistema.
A la espera de la ansiada reforma de la financiación autonómica, los responsables políticos harían bien en buscar alternativas al endeudamiento como única vía de supervivencia y para salir del encorsetamiento del gasto corriente y de personal, que se come la mayor parte del presupuesto. La sanidad regional precisa un nuevo impulso con inversiones en mejora y ampliación de sus infraestructuras. El caso más evidente es La Arrixaca, saturada en pleno mes de junio -como publicamos en LA VERDAD recientemente- sin haber incidencia de gripe, covid o infecciones respiratorias. El Plan Director anunciado en 2019 ni está ni se le espera. La opción de acudir a los fondos europeos para desarrollar este tipo de proyectos convendría explorarla. Ahí tenemos el ejemplo del hospital 12 de Octubre de Madrid, que el año pasado inauguró su nuevo edificio central sufragado mayormente con fondos Feder. Corresponde al Gobierno regional tomar la iniciativa y explorar otras vías de financiación. Porque pocas esperanzas de reforma del modelo autonómico ofrece el patético contexto político nacional.