Trump y la internacional del odio
Venía el mejor amigo de Lucho de visita, que llegaba la semana que viene, y lleva más de 5 años sin verle, y va a ... perder todo el viaje porque ya no le dejan, ya tengas visa. Claro, y mis suegros igual». Así rezaba el primer mensaje que Any subió al grupo de WhatsApp. Y a continuación nos escribió: «Ya le he dicho a mi suegro que nos juntaremos todos en Espana (La letra 'ñ' no está presente en los teclados estándar norteamericanos del tipo QWERTY) o tendremos que buscar un país neutral. Los pobres señores con 88 y 84 años están preocupados porque no van a poder visitar a su hijo y a su nieto». Any es una española con nacionalidad norteamericana casada con un venezolano nacido en Estados Unidos y que también tiene la doble nacionalidad.
Y todo porque un presidente USA cree que dos octogenarios venezolanos en visita a su familia pueden ser un peligro para la seguridad de su gran país, y restringe sus visados. Rápidamente le contesté que el poder en manos de locos lo puede fastidiar todo, puede fastidiar la felicidad individual y la colectiva, y fastidiar la vida de mucha gente. Que lamentaba mucho la situación que estaban viviendo y los estragos vitales y emocionales que provocaban esta sinrazón, tanto ellos, como en la familia de Lucho y la de otros muchos seres humanos. Que era muy injusto e innecesario. Que la historia se repite, una y otra vez: desde las cavernas hasta hoy.
No sólo no aprendemos de los errores y desgracias provocadas, antes, por otros locos egoístas idénticos, sino que les volvemos a votar y a aplaudir sus discursos de odio y las políticas en las que derivan. Ojalá se resuelva esta locura, pare ahí y no vaya a más. Nadie está a salvo. A mi juicio, si no cedemos en invertir un 5% en armas, producidas en USA, para llenar los bolsillos de sus amigotes y paliar la errática y equivocada política económica que está implementando, acabará cerrando la frontera a España. ¿Gastar más en armas para defendernos de los malos? No. Gastar más en armas para que la industria armamentística siga siendo un gran y maravilloso negocio.
Os queremos y, aunque lejos, caminamos a vuestro lado... Antes de terminar la frase Any me llamó por WhatsApp para darme las gracias por los mensajes. Me dijo que había decidido contárnoslo porque estaba harta de ver las noticias y pensar que todo esto eran cosas ajenas a ella. «Nosotros tenemos la suerte de tener opciones para desplazarnos y ellos también, y les veremos en Colombia o en España. La pena grande es para todos los que llegaron aquí, y han formado una familia, tienen trabajos honrados; y aun así les están cancelando visa, deteniendo como si fueran criminales, y deportando. Yo doy gracias de haber nacido en el país en el que he nacido, que como la cosa siga empeorando así, salimos por patas y nos vamos a España».
En ese momento pensé en decirle que no sabía que se encontraría a su vuelta a España, que aquí el odio ya llevaba tiempo acunándose. Un buen ejemplo lo tenemos en el odio creciente a Pedro Sánchez: «Cuando matar al político para arrebatarle el poder se pervierte en matar a la persona, algo podrido puede estar creciendo en el corazón de una sociedad», afirma la periodista Lola Tortosa.
Y es que vivimos en un mundo de odio y de miedos. Odio al diferente por ser diferente, miedo al extranjero que nos puede quitar nuestros trabajos. Odio al que descabalgo a 'uno de los nuestros' de la poltrona 'ilegítimamente', miedo a que nos quiten la pensión. Odio y miedo, dos herramientas que, desde que el mundo es mundo, se han utilizado para callar bocas y adormecer conciencias. Pero no desviemos el foco. No nos centremos en el que odia o en el que tiene miedo. El verdadero culpable es el que se sienta en su despacho junto a sus amiguitos y decide crear una estrategia para llegar al poder o perpetuarse en el mismo. Esos señores y señoras, en la planta noble de una calle italiana de Madrid, o en un despacho oval lleno de purpurina, tienen claro lo que quieren con sus trampantojos: manipular a sus semejantes, encendiendo sus pasiones más desatadas para lanzarles contra el enemigo mientras ellos ven el espectáculo a distancia, bien protegidos y comentando la jugada.
En 'Senderos de Gloria' del añorado Kubrick, los señores de la guerra y el odio sacrificaban a sus tropas por unos metros de tierra y una medalla en su pechera. Que todos aquellos que odian sepan y recuerden que son mera carne de cañón, desechables que vociferarán y odiarán mientras sus amos les dejen. George Orwell lo anticipó muy bien en 'La granja de los animales': los poderosos parece que se odian, pero en realidad sólo juegan a enmascarar sus juegos de poder. Aunque en esos juegos se sacrifique a ancianos y familias trabajadoras, cuyo único pecado fue y es intentar ser feliz.
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