Los socialistas seguiremos construyendo futuro
El PSOE y los millones de ciudadanos progresistas que lo han votado alguna vez no se pueden ni se deben reconocer en estos tipejos
Que la agachen los que han hecho esto. Los conseguidores, corruptos y puteros que han utilizado al Partido Socialista Obrero Español, con sus 146 años ... de historia y de servicio al país para su cutrez, para su trato ignominioso a las mujeres, y para el presunto desvío de dinero de todos. El PSOE y los millones de ciudadanos progresistas que lo han votado alguna vez no se pueden ni se deben reconocer en estos tipejos. Duele ver cómo un proyecto colectivo –uno de los dos grandes que hay en España, el otro es el del 'que sigamos mandando los de siempre'– se mancha por no haber sabido o querido mirar y escuchar. Pero el tiempo de lamentaciones ha pasado: se les juzgará, y como el PP con la Gürtel, el PSOE sufrirá su calvario.
Ahora hay que mirar el mundo tal y como es, y seguir apostando por un proyecto de país, con o sin las personas que hasta ahora lo han dirigido. Las grandes organizaciones perviven pese a la pequeñez de algunos de sus miembros. La programación de audios que iremos escuchando este verano condicionará el futuro. Sí, el del presidente y el del gobierno progresista, pero yo me decanto por los intereses colectivos, aunque eso le suponga a Pedro Sánchez renunciar a sus intereses personales de salir pitando de la Moncloa. Como recoge el artículo 68 de la Constitución, es la soberanía popular representada en el Congreso la que elige presidente del gobierno por un periodo de cuatro años, no tres directores de periódicos y un puñado de obispos, jueces y militares sentados en mesa camilla con uno al que le faltan cuatro diputados.
Pedro Sánchez tiene la obligación política de seguir adelante con el gobierno de coalición porque, mientras la justicia sustancia los presuntos delitos apuntados en el informe de la UCO, a él no le queda otra que seguir trabajando. Por mucho que día sí y día también esté sobrepasado por el incesante bombardeo de noticias indeseables generadas por su entorno más cercano, el país no se puede parar. Porque mientras esto sucede, dentro y fuera del país la vida sigue. Trump sigue queriendo que le compremos las armas fabricadas con el acero europeo. En Gaza el genocidio no para. Cientos de miles de muertos y millones de desplazados en África. Putin trabaja para que la vieja Europa somnolienta siga sintiendo el aliento amenazante de una nueva potencia autoritaria emergente. China es la amenaza creíble a todo lo que deberíamos haber aprendido tras la II Guerra Mundial: las dictaduras pueden mejorar la economía, pero envilecen el alma. Y en España seguimos avanzado en la reconstrucción de un sugestivo proyecto de vida en común que integre las expectativas de quienes viven en los territorios que juntaron hace más de 500 años los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón: español es el que, le guste o no, vive en España. Y todo ello sin abandonar el liderazgo económico: sí, España es considerada una de las economías que más crecen entre las principales desarrolladas, especialmente en la zona euro. El caso de presunta corrupción de algunos dirigentes del PSOE a mí me lo tiene que dar resuelto la justicia, pero la resolución del resto de temas dependerá de quien sea el inquilino de la Moncloa y, sobre todo, de las fuerzas políticas que sustenten la mayoría política del país. Y no es lo mismo un presidente del PSOE y Sumar que uno del PP y Vox.
Sánchez tiene la obligación de poner coto al poder económico de las grandes empresas del país. Ya ha demostrado que tiene capacidad para hacerlo. Las palabras del presidente de la CEOE falseando la realidad y señalando a empresas como Acciona como víctimas de los corrompidos son un ejercicio de hipocresía insuperable: ¿una empresa con 66.021 empleados y una capitalización bursátil de 8.031 millones de euros, 'víctima' de tres timadores?, ¿dónde estaban los mecanismos de lucha contra la corrupción en esta empresa?, ¿o es que en delegaciones se sabe lo que entra, pero no se quiere saber cómo entra? Está claro que cuando Garmendia afirmó que «el que tiene el poder es el que realmente tiene la capacidad de corromper», estaba siendo traicionado por el subconsciente.
A modo de conclusión, cada uno puede ser corrupto en la medida que puede según sus intereses, necesidades y –sobre todo– sus posibilidades, pero tomar la decisión de corromper y dejarse corromper es una decisión personal: todo se puede hacer, pero no todo se debe hacer. Es momento de luchar decididamente contra todas las formas de corrupción que anidan como serpientes en esta piel de toro desde los romanos o antes. Si Sánchez lo hace (y seguro lo hará), será recordado como estadista y no sólo como político. Es el turno de Sánchez. Bien está lo que bien acaba: veamos cómo se acaba esta fiesta y luego juzguemos, ¿verdad?
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