El PSRM-PSOE y la parábola del laberinto
La mitología griega desarrolla exhaustivamente el mito del laberinto del minotauro. Según este el rey Minos, hijo de Zeus, despechado y aterrado por los efectos ... de un amor contra natura de su mujer, Pasífae, hacia un toro, pide a Dédalo que imagine y construya una morada/prisión en Creta, el laberinto, para esconder el fruto del amor prohibido: el minotauro, mitad hombre, mitad toro. Finalmente, el minotauro muere a manos de Teseo (el héroe de la historia), gracias a la eficacia del hilo tejido por Ariadna para prevenir la confusión del héroe, en el interior del laberinto, y alcanzar la salida.
A mayor abundamiento, el diccionario de la lengua española define el laberinto como «aquel lugar artificiosamente formado por caminos y encrucijadas de modo que el que está adentro no puede acertar con la salida». Generalmente, el secreto de un laberinto suele estar a la vista de todos, justo donde nadie espera, y siempre, tanto si el laberinto se proyecta con fines recreativos, como si se plantea con intenciones militares, políticas o económicas, tanto si está contenido por límites físicos como si se trata de un laberinto conceptual, lo único evidente para quien está dentro es la imposibilidad de solución del enigma. Tal percepción no hace sino confirmar la naturaleza impenetrable del laberinto, en tanto que representación mental de un propósito imposible. Así lo piensan los constructores de laberintos, hermosos o terribles, en medio del camino, a la espera de héroes o inconscientes que los habiten irremediablemente. Nunca faltan candidatos.
Nuestra sociedad parece ser una fuente inagotable de ciudadanos dispuestos a transitar caminos a ninguna parte y enfrentarse heroicamente a su destino, resueltos a recorrer sus laberintos particulares, sus cimas inalcanzables o sus deseos de un mundo mejor. Cuando eso ocurre, la escenografía suele ser la misma: un atractivo irrenunciable, niveles de complejidad insuperable del espacio laberíntico, la soledad inevitable del héroe o el inconsciente, huérfanos de ataduras racionales con la realidad y, por último, la inevitable derrota a manos del secreto del laberinto o de los dioses que no existen.
La evolución de la sociedad murciana de las últimas décadas manifiesta algunos rasgos laberínticos que comprometen seriamente su futuro. Una gran parte del complejo entramado político, empresarial y social subyugado al poder económico de la mano invisible que mece la cuna, el escaso bagaje intelectual de las élites en nuestra Región, los problemas estructurales de nuestra economía productiva: desindustrialización, terciarización, actividades de bajo valor añadido, hipertrofia del sector de la construcción, difícil estabilización del sector agrario, tasas bajísimas de iniciativa emprendedora, baja eficiencia en los procesos de transferencia de conocimiento a las empresas y generación de patentes, y dificultades crecientes para el aprovisionamiento de factores de la producción (capital, tecnología y trabajo cualificado), junto a un creciente proceso de incremento de las desigualdades, constituyen al día de hoy una especie de laberinto, perfectamente estructurado.
Todo lo previsible, todo lo pautado, todo lo que opera sobre los efectos es factible, pero inocuo, y conduce a un laberinto sin salida. Todo lo no previsto, todo lo innovador, todo lo que cuestiona las causas, es inviable, pero a su vez resulta ser el principio inevitable de cualquier proceso de cambio estructural. No son héroes míticos (Teseos) lo que necesita la sociedad murciana en este tiempo oscuro, sino más bien, millones de pacientes tejedores y tejedoras de hilos (Ariadnas) que aprendan a transitar por el laberinto y convivir con la incertidumbre, con la garantía de sobrevivir a la confusión y alcanzar sus objetivos. Necesitamos líderes que entiendan la sociedad tan compleja a la que quieren representar. Necesitamos gente normal, personas nacidas en la tierra y orgullosas de ella, que tengan un discurso claro y comprensible sobre los problemas reales de nuestra gente: la falta de agua, la desertificación del territorio, la imposibilidad de una vivienda con la que emanciparse, los problemas de salud mental en una sociedad ansiosa e hiperactiva, la convivencia de culturas diferentes que tienden a encerrarse en sí mismas...
Necesitamos un salvador, pero no un líder endiosado, sino un Illa: un político amable pero decidido, que escuche, pero no tenga miedo de defender lo que cree, un murciano que quiera a su región, pero también conocedor de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad en las próximas décadas. Ni superhombres ni supermujeres: personas de carne y hueso que sepan (y quieran) defender los intereses reales de todos los que viven en este rincón de España. A mi juicio, necesitamos personas como Francisco Lucas y su equipo... Talento joven, audaz y... ¡feminista!
Los demás, los que lo intentamos, pero no lo conseguimos, haríamos bien si pusiéramos todo nuestro conocimiento y, especialmente, todo lo aprendido de nuestros muchos errores, a disposición de la nueva dirección del PSRM-PSOE.
Celebremos la democracia y con ella la llegada de Francisco Lucas y todo el talento que él quiere unir. Todos ellos, los que ya están y los que seguro vendrán, saben que la modernidad no se importa, se construye mediante un ejercicio cotidiano de convivencia edificante. Y aprender, saber más, saber hacer mejor las cosas, es el único camino posible.
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