Utilizar el demonio para ocultar nuestras codicias
Al sistema capitalista le viene bien esta figura para no poner el foco en las personas, instituciones, naciones y empresas causantes de un mundo herido
Hay amigas y amigos que me preguntan sobre el demonio, sobre los exorcismos, y yo les digo que el demonio es la personificación del mal, ... que cada persona elige el camino de la bondad o de la maldad libremente, aunque la vida nos condiciona. Me preguntan, con mucha curiosidad, si el demonio se nos puede meter dentro y conseguir que hagamos cosas horribles y mi respuesta es muy clara: «No». Comentamos la película de 'El Exorcista' y lo que supuso en ese momento para toda una generación a la que nos habían hecho creer en un demonio con rabo, cuernos y tridente, que nos llevaba al fuego si nos portábamos mal; y en ese portarse mal, algunos sectores añadían también a los que luchaban por la libertad, la democracia, la justicia y la fraternidad. Esa película causó furor, sobre todo en Estados Unidos, porque se llegó a la creencia de que el demonio se metía en tu cuerpo y eras poseído y solo podía salir del cuerpo a través de un sacerdote con oraciones, agua bendita y otros instrumentos. Según esta visión, el ser humano no tiene voluntad y pierde toda su libertad. Por cierto, negar la libertad humana es negar la Buena Noticia de Jesús.
Esta visión le viene muy bien a cualquier ideología basada en las injusticias, las opresiones, las represiones y la cultura del odio, identificando al demonio con cualquier persona que luche contra los modelos sociales y económicos que crean desigualdades sociales y destruyen el planeta. Recuerdo, cuando estudiaba en la facultad de Teología de Granada, que un compañero me dijo que había profesores que hablaban por boca del demonio. Le comenté que era una forma de legitimar su pensamiento y no plantearse nada y, en un momento de acaloramiento en el debate, le dije, en un tono irónico, que a lo mejor eran ellos los que hablaban por boca del demonio. No le hizo ninguna gracia y yo me sentí muy mal.
En esta línea, sacó como argumento lo que se dice en un formulario del Sacramento del Bautismo y que recojo aquí:
Renunciáis a Satanás, esto es: al pecado, como negación de Dios; al mal, como signo del pecado en el mundo; al error, como ofuscación de la verdad; a la violencia, como contraria a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio del amor.
Renunciáis a sus obras, que son: vuestras envidias y odios; vuestras perezas e indiferencias; vuestras cobardías y complejos; vuestras tristezas y desconfianzas; vuestros materialismos y sensualidades; vuestras injusticias y favoritismos; vuestras faltas de fe, de esperanza y de caridad.
Renunciáis a todas sus seducciones, como pueden ser el creeros los mejores; el veros superiores; el estar muy seguros de vosotros mismos; el creer que ya estáis convertidos del todo; el quedaros en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios.
Renunciáis a creeros superiores a los demás, esto es, a cualquier tipo de abusos, discriminación, fariseísmo, hipocresía, cinismo, orgullo, egoísmo personal, desprecio.
Renunciáis a inhibiros ante las injusticias y necesidades de las personas e instituciones por cobardía, pereza, comodidad, ventajas personales.
Renunciáis a los criterios y comportamientos materialistas que consideran el dinero como aspiración suprema de la vida; el placer ante todo; el negocio como valor absoluto; el propio bien por encima del bien común.
Insisto, este es uno de los formularios de las renuncias que aparecen en el Sacramento del Bautismo y que no tiene nada que ver con ese concepto de demonio que se nos mete en el cuerpo y nos controla y nos hace cometer maldades. Tiene que ver con esas opciones de vida que hacemos desde la idolatría del dinero, del desprecio al diferente, al vulnerable. Tiene que ver con nuestras violencias, injusticias y odios. Tiene que ver con nuestros egoísmos y nuestras complicidades ante los abusos y discriminaciones e indiferencias ante el sufrimiento humano.
Suele gustar esta visión, aunque suelen discrepar que no creer en Dios sea un pecado, sino una no creencia que hay que respetar. Hay quien dice que esta visión no debe gustar nada a los capitalistas y neoliberales. Les doy la razón.
Está claro que hace referencia a nuestros valores, comportamientos y actitudes que elegimos en nuestras vidas y que nos dice que la sociedad actual es una construcción desde un modelo social y económico depredador, explotador y destructor, y somos nosotros y nosotras responsables de ello. A este sistema capitalista le viene bien esta figura como evasión para pensar y no poner el foco en las personas, instituciones, naciones y empresas causantes de un mundo herido que grita de dolor y que alza su voz para encontrar esperanza, solidaridad y dignidad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión