Pura contradicción. En Irán el régimen condena a dos blogueros a diez años de cárcel por bailar en apoyo a las protestas. Nuevo desafuero en ... un país donde se apilan más de 300 muertos desde que Mahsa Amini muriera a manos de la 'policía de la moral'. Casi a la misma hora que los últimos ahorcamientos públicos, a este lado Shakira bate el récords de reproducciones en YouTube con su canción de desquite a Piqué y se convierte en la artista latina más escuchada en Spotify. Así, todos saben que Piqué cambió un Ferrari por un Twingo, pero quizá no tantos que los suicidios entre menores de 29 años se han duplicado en la Región en solo un año. Sí, pura contradicción. Así es y así fue siempre. Cuando una vez le preguntaron a Carlos Gardel cuál había sido el día más feliz de su vida, el cantante respondió que cuando cantó su primer tango de éxito, «el que realmente me dio una oportunidad», dijo, y añadió: «¿Quiere saber la ironía del título? Se llamaba 'Mi noche triste'».
Es así, pura contradicción. Pasa también en el fútbol. Mientras la Premier bate todos los récords en el mercado de invierno con 700 millones en fichajes, vitaminada por la catapulta de la tele, en España los clubes están cada vez más hambrones, con 30 veces menos en inversión. Y es que en el fútbol, ya saben, lo más importante de las cosas que no son importantes, es donde se acumulan más contradicciones.
Sí, se dice que son 22 tíos corriendo tras una pelotita, pero no se engañen. Lo que más importa en este deporte no es el balón, sino su imán, es decir, la notoriedad que el fútbol proporciona. Por eso acuden a él personajes necesitados de fama que no podrían alcanzar de otra forma el renombre que desean.
Suele pasar: nadie los conoce y de repente los ves presidiendo un palco, que les gusta por una razón sencilla: no lo utilizan como una tribuna, sino como un escaparate. Con su permanente y trajes de otros días, no dan la talla en un puesto que, por su influjo, debiera acoger a gente con más altura, saber estar y dotes de mando. No, de repente un día ya no se sienten en el escaparate, sino en su cortijo. Es el día que, pongamos un ejemplo, dicen que un informador no entra a un partido porque, digamos, ha publicado algo que no les gusta.
Entonces, sacan pecho como el que doñea, se engallan y ufanan. Quien los sufre en el presente es el periodista, sí, pero quien lo paga en el futuro no es el periodista, sino el club. La razón es clara: parece que se van a comer el mundo, pero nunca lo logran y dejan tierra quemada. Última contradicción.
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