El respeto a la palabra, en decadencia
Pareciera que tengamos que renunciar a ejemplos de buen juicio
Lo de la lentitud de la justicia en España, y en los países de su entorno, viene de antiguo. Es una especie de mal endémico, ... una ranura en el edificio por la que, año tras año, se cuelan numerosas críticas formales que hacen bueno el refrán 'pleitos tengas, y los ganes', una 'maldición' que señala las considerables pérdidas que puede acarrear un juicio, aunque la sentencia sea favorable, ya que los posteriores recursos generan nuevos juicios y al final son muy cuantiosos los gastos.
Esta semana hemos conocido que los juzgados de la Región de Murcia acumulan más de 179.000 asuntos sin resolver y se están señalando juicios para el año 2026.
A saber qué será de los litigantes dentro de dos años.
La solución pasa por que haya más jueces, pero, como se trata de una decisión política, no es nada fácil ya que nuestros políticos no están por recuperar el buen juicio, si es que lo tuvieron, y siguen coinvirtiendo los debates en peleas callejeras.
Lo del último pleno en el Congreso de los Diputados fue de traca. A cuenta de los casos de corrupción, PP y PSOE se enfangaron verbalmente, incluyendo a las parejas de los líderes y lideresas. Ya han surgido voces discrepantes de ese tono barriobajero, pero lo que más hiere a la inteligencia es que los 'recontrainsultantes' tienen y han tenido corruptos para llenar un lodazal.
Si quieren luchar contra la corrupción, deberían hacer propuestas que mejoren la transparencia y los controles. Pero no. Lo que están haciendo es contribuir al radicalismo. El ridículo 'y tú más' sirve para 'arengar a los nuestros', pero no para buscar la verdad y proponer soluciones.
La política debe estar unida a la ética y también a la estética, no a garrotazos. Aquí y ahora lo que repugna es el insulto, venga de donde venga, y deberíamos repudiarlo por tierra, mar y aire porque en una democracia hay que cultivar el buen juicio político, sobre el que el científico social Daniel Yankelovich ha dejado escrito que los ciudadanos deberíamos comprometernos a reflexionar sobre la información y no solo a conocerla. O sea que el asunto también nos concierne y la pregunta es hasta cuándo vamos a permitirlo.
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