Paseante distraído
Tuvo que hacer un escorzo para sortear una caca que, por su tamaño, podría ser de vaca
Como hombre prudente tirando a tímido, de siempre le ha sorprendido lo mucho que gustan las polémicas en este santo país, donde todos opinamos de ... todo y, especialmente, si el asunto a debatir crea división. La penúltima discusión desatada tiene como protagonista a la canción ganadora del Festival de Benidorm al que, por aquello del papanatismo, ahora le llaman 'Benidorm Fest'. Se titula 'Zorra' y triunfó porque fue la más votada por correo al que, por aquello de la modernidad, ahora llamamos 'email'.
(Abro paréntesis para, otra vez, deplorar en este pedacico de periódico lo poco que los españoles valoramos nuestro lenguaje, la facilidad con la que nos dejamos invadir por anglicismos, un lamento que, como muchas prédicas, se pierde en el desierto y se queda en una especie de nada con sifón. Cierro paréntesis).
De la tal 'Zorra' lo ignoro todo salvo lo que he leído de que la coreografía deja con el culo al aire a los chicos que acompañan a la vocalista, la cual, dicen, tampoco es que cante muy bien. Además de la división que la canción que representará a TVE en el Festival de Eurovisión, ha provocado entre las feministas, parece que a la pieza le falta musicalidad y le sobra zafiedad. Con su pan se lo coman.
Caminaba distraído pensando en la susodicha pelotera –o en las musarañas, que viene a ser lo mismo– cuando al doblar la esquina tuvo que hacer un escorzo para sortear una caca que, por su tamaño, podría ser de vaca. Pero no. Era de un buen animal, un perro grande guiado, eso sí, por un tío marrano. La plasta excretora le hizo abandonar las musarañas para preguntarse por enésima vez cómo en pleno siglo XXI aún pululan por la ciudad individuos así de incívicos. Todavía no ha encontrado respuesta que le satisfaga, por lo que siguió refugiándose en 'Cuanto más conozco a algunos hombres, más quiero a mi perro', la conocida frase que se atribuye a Diógenes y que sigue siendo útil.
Y hablando de incivismo, a saber qué habría dicho el filósofo si en la Antigüedad hubiesen existido los pasos cebra como el que tuvo que regatear nuestro hombre prudente, quien quedó en medio de la pintura porque, aunque el chico joven de la izquierda había frenado su vehículo, el cincuentón de barriga pegada al volante de la derecha por poco se lo limpia.
¡Uff!
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