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Sucedió durante una misa del gallo de hace unas cuatro décadas. Delante de mí, unos niños de no más de 10 años cantaban los clásicos ... villancicos que empezaron por el 'Campana sobre campana' y terminaron con el 'Tamborilero', cuya letra incitó a uno de los niños (revoltoso y chulesco) a repartir collejas al ritmo del 'Porroponpón'. Los de al lado se conformaron, pero el chaval que yo tenía delante no recibió el cachete con deportividad y miró al chulillo con rabia mal contenida. Le susurré entonces que le perdonara, que estábamos en Nochebuena, y me respondió: «No, si ya le estoy pidiendo al Señor que me perdone por el guantazo que le voy a dar cuando salgamos».
O sea, una especie de indulgencia por adelantado. No por los pecados cometidos, sino por los que voy a cometer.
Aparte de que en ese momento me hizo gracia la reacción, desde entonces, llegadas estas fechas, siempre recuerdo la respuesta de aquel niño porque la Navidad, en el mejor de los casos, es una pausa tras la que volveremos a caminar por las mismas sendas, abre un paréntesis y cuando se cierre con la llegada de los Reyes Magos, volveremos al inicio pero con más virulencia.
La Navidad como acontecimiento religioso ha cedido protagonismo frente a su dimensión social y consumista, pero el espíritu navideño sigue vivo para muchos, no tanto por la sobreabundante imposición de imágenes ideales (reuniones familiares –aunque algunas de ellas acaben como el rosario de la aurora– regalos, belenes, hogares con motivos de decoración, el árbol, películas blandas...) como por el casi inevitable regreso a la infancia en la que, por lo general, no hay lugar para retratos negativos. No lo permite la presión social ni el entorno, lo cual induce a la autoimposición de ser feliz. Por obligación.
¿Y...?
Que me apunto al paréntesis navideño, capaz de provocar alegría y nostalgia, una mezcla de emociones que va más allá del consumismo y que se asocia con la solidaridad y el compartir (en 2023 casi un 60 por ciento de los españoles hizo donativos durante estas fiestas) no sin antes reconocer y acordarme de que este ambiente 'mágico' puede ser especialmente duro para quienes están pasando por dificultades personales y sufren el topetazo entre las expectativas de felicidad y sus emociones reales.
Para todos, feliz Navidad.
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