Eurobajón

No sabía lo que dicen las estadísticas sobre ricos y pobres, pero viendo los partidos de fútbol de la Eurocopa que nos retransmite la tele, se observa que las desigualdades económicas probablemente se hayan acortado: los graderíos están repletos de seguidores que llegan de otros países, es decir que, además de la entrada, han de pagar desplazamiento, manutención y hotel. Llama la atención que todo eso ocurra en días laborables.

También se preguntaba los porqués de la moda de los tatuajes que lucen muchos, cada vez más, los futbolistas. Al parecer se hacen para realzar la identidad, para adquirir una particular singularidad, para salir del anonimato. Lo cual casa mal con los orígenes de los tatuajes en según qué culturas.

En la antigua Roma y en Japón se acostumbraba hacer un tatuaje a los presos que de esta forma quedaban de por vida señalados como criminales, sin posibilidades de insertarse nuevamente en la sociedad y, en sus orígenes, los tatuajes distinguían y se reservaban para los jefes de la tribu. A ver qué tipo de reforzamiento de su identidad necesitan futbolistas a los que acompañan la fama y el dinero.

Estaba apuntando esas notas sobre la Eurocopa de fútbol que estos días ofrece la tele. La mirada se detuvo en la mano que empuñaba el bolígrafo, toda ella una arruga salteada de pequeños moratones, y el pensamiento se despegó del objeto de su escritura. Bajón de ánimo para, otra vez, preguntarse si merecía la pena enfrascarse en la inquietante realidad actual, salir de los estereotipos de la vejez y afrontarla. Pero por momentos se hace difícil vencer o superar las múltiples circunstancias que invitan al abandono del positivismo, al 'requiescat in pace', pero en vida. Dejen que descanse en paz esta época de la vida proclive a ser instrumento de concordia.

Y lo que tenga que llegar, llegará.