Envejecimiento
El papel de cuidar a sus mayores, que injustamente siempre asumía la mujer, hoy no se lo quiere adjudicar nadie
Ya conté en este sitio mi última experiencia médica, cuando recibí el 'alta' de un seguimiento craneal porque «esto sigue igual y a su edad ... no crece», dijo resueltamente el buen galeno, luego de escrutar el resultado de una resonancia magnética. No supe si alegrarme o entristecerme. Por un lado, fue muy bueno saber que ya no tengo que preocuparme por el avance de esa 'amenaza' y, por otro lado, supuso un topetazo con la realidad del que no acabo de recuperarme.
Doy por supuesto que también es bueno enfrentarse a la realidad –todos caminamos hacia el mismo final–, pero reconozco que no me resulta fácil aceptarla por mucho que, ante la incertidumbre del mañana, se te llene el WhatsApp de vídeos y mensajes invitándote a disfrutar a tope el presente «como si fuera el último día de tu vida».
Y dos huevos duros, que diría el otro, no te fastidia. A saber qué haría uno si supiera a ciencia cierta cuál es su último día aquí abajo.
No, lo que trajino en mi cerebro no es temor a lo del final sino rebeldía al trato que reciba en este último tramo, porque es verdad que la sociedad ha creado prejuicios y estereotipos sobre el simple hecho de ser mayor. No me siento cómodo cuando empiezo a notar que me tratan como a un niño, ni cuando recibo miradas conmiserativas o sonrisitas furtivas por mi pérdida de audición. Exceptuando a las de fuerza física, aún no necesito ayuda para determinadas tareas, pero me gustaría que, llegada esa etapa, la sociedad no me tratase como a un incapaz, porque no es que los mayores se comporten como niños sino que, cuando necesitamos ayuda, los otros nos empiezan a tratar como niños.
En el mundo desarrollado, asistimos a un cambio cultural importante: la mayor parte de la población ha adoptado la filosofía y práctica de 'disfrutar más'. El cuidado de los mayores, papel que injustamente siempre asumía la mujer, hoy no se lo quiere adjudicar nadie. O casi nadie. Por lo general, ya no existe el núcleo familiar en el que varias generaciones se encontraban bajo el mismo techo, lo que facilitaba una comunicación intergeneracional. Ahora está desapareciendo la integración social y el mayor, el viejo, no comprende ni es comprendido.
Dicho esto, debo terminar aclarando que no es mi caso, pero me solidarizo con otros que conozco.
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