El efecto Kini

Hastiados, indignados, apenados, impotentes, asistimos a los varios efectos que causa el triángulo tóxico, Cerdán-Ábalos-Koldo, que tanto desconsuelo provoca entre los ciudadanos de buena voluntad. Sin conseguirlo del todo, huyo del seguimiento de este escándalo (uno más) de mordidas de políticos que, además, deja al descubierto la grosera y soez condición del exministro cuando muestra sus preferencias por una prostituta porque «se enrolla que te cagas». ¡Uff!

Me salgo del vertedero para acercarme a la realidad social que vivo y que aún me ilusiona. Porque, sí, también hay otros efectos piadosos y bienhechores cuya causa radica en el trabajo, el esfuerzo imaginativo, la transmisión de alegría y esperanza, la actitud solidaria, abierta, comprensiva e inclusiva.

Un ejemplo de lo susodicho es lo que podríamos llamar 'el efecto Kini'.

Kini es el nombre con el que se conoce a Joaquín Fulgencio Ferrando Ros-Olivares, sacerdote cartagenero hoy párroco de Nuestra Señora de Fátima, sita en el barrio murciano de Vistabella, cuyo templo fue noticia por su deterioro. En su discusión con el Ayuntamiento, propietario del templo, el anterior párroco llegó a colocar un cartel en la puerta de la iglesia avisando de su malogro «para evitar desgracias». Así estaban las cosas hace apenas dos años y medio.

Cual 'milagro económico alemán' adjudicado a Adenauer, la llegada de Kini ha dado la vuelta al calcetín. Escritor, músico y cantautor, sus explicaciones del Evangelio son sencillas y eruditas a un tiempo, llegan a la comprensión de una feligresía cuya participación ha aumentado exponencialmente. Ya son conocidos sus 'Días de Fátima' en los que oferta conciertos, teatros, conferencias, debates, conformando la iglesia en una especie de foro, el cual responde a la propuesta de Kini Ferrando de establecer un diálogo entre fe y cultura.

Que dure.