Días de tregua
Sobre la sensación agridulce de la Navidad
En plena refriega con mi garganta, entre pastillas disolventes y cápsulas duras y jarabe, llegó a mis ojos un artículo que comenzaba justificando por qué ... no iba a criticar la política de Sánchez. Así decía el articulista: «Por las fechas que se avecinan, me voy a tomar un pequeño descanso». Ya no seguí leyendo.
O sea que como en las inmediatas fechas el mundo cristiano conmemora el nacimiento de Jesús, la Buena Noticia, el articulista descargó la escopeta y guardó las balas, pero, no se alarmen sus lectores, volverá a recargar la escopeta y disparará. Es decir que, después de las dos semanas próximas, todo volverá a la normalidad. La 'normalidad' de transmitir mensajes negativos, algunos cercanos al odio, discrepancias absolutas, radicalismos, ambiciones sin límite, envidias, desidias y el largo etcétera de defectos que apreciamos en los demás para los que solo enumeramos alguna virtud en los obituarios.
Esa 'hipocresía navideña' es algo en lo que todos caemos, mucho más ahora que cada año nos ponen antes la Navidad, con luces por doquier, música, escaparates atractivos, anuncios de sustanciosas ofertas y el lejanísimo revoloteo de que hoy nos toque la lotería. Aunque no sea el Gordo. El Gordo y no de la lotería es lo que les está tocando a los habitantes de Tierra Santa, donde se anunció la Buena Noticia que, para ellos, hoy, es una fecha horrible. Pavorosa.
No trato aquí de amargar el turrón a nadie, faltaría más. Un servidor también hará regalos, se reunirá en familia, con amigos y cantará villancicos porque la Navidad es una época especialmente emocional y por eso la publicidad y el marketing se dirigen a las emociones. Víctimas pasivas de toda esta marea de luces, música y bombardeo de anuncios, también es cierto que nos provoca sensaciones positivas. Pero al mismo tiempo asaltan vibraciones negativas relacionadas con la añoranza y el recuerdo de quienes ya no están, el llamado 'síndrome de la silla vacía' cuyo número aumenta según avanzan los años.
La conclusión del arriba firmante es que bienvenida sea la tregua navideña. Riamos y cantemos, en compañía a ser posible, porque unos estudios de la Universidad de Michigan afirman que las personas que cantan juntas aumentan su bienestar físico y psicológico. De ser así, hasta podríamos olvidarnos de recargar la escopeta.
Quimera.
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