Desconectado
La llamada condición humana continúa, impertérrita, tropezando en la misma piedra
Los compromisos adquiridos en el cambio de votos por prebendas nos proporcionan un Gobierno que repite las 22 carteras, varias de ellas con más pena ... que gloria. 'Cargos por encargo' podría ser el eslogan. Y es que hay cosas que no cambian. El famoso «Vaya tropa» que soltó el conde de Romanones cuando un ujier le comunicó que nadie en la Real Academia Española le había votado, a pesar de que muchos se comprometieron a ello, sigue de plena actualidad.
No hace tanto tiempo que, luego de tres meses confinados, teníamos que caminar con mascarilla y el miedo en la mochila. Cuando el bichito que no conocía fronteras nos comunicaba fallecimientos a chorro, la enorme crisis nos desvelaba y recordaba que somos vulnerables, muy vulnerables. Lo saben bien quienes han visto truncadas sus vidas en un solo instante, pero la llamada 'condición humana' continúa, impertérrita, tropezando en la misma piedra.
No hace tanto tiempo, cuando el coronavirus nos atrincheró, cuando en la soledad de la incertidumbre hicimos un pacto tácito de no agresión, incluso llegamos a pensar que la comprobación de nuestra endeblez nos haría mejores personas, más condescendientes, menos irritables, más solidarias, menos narcisistas. Pero no. La flaqueza de nuestra memoria colectiva nos vuelve a instalar hoy en las dos Españas que los de la tercera España contemplamos con desasosiego.
'Tercera España' es el nombre que han dado a una plataforma cívica que aspira a concurrir en próximas elecciones. La forman intelectuales y expolíticos de centro (Ciudadanos y UPyD) quienes afirman que su eje principal es el diálogo, la igualdad entre españoles y el respeto a la Constitución. Pero con independencia de lo que finalmente suceda con la todavía asociación, ser de la tercera España, la que describió Salvador de Madariaga, supone distanciarse de las izquierdas, las derechas y los nacionalismos, supone también defender la libertad de expresión y de pensamiento, además de rechazar la violencia verbal (cuando no física) que ahora nos regalan. 'Oficio quita vicio', dice el refrán, pero cuando el oficio es aprovechar cualquier coyuntura para malmeter, para fijarse en la paja del ojo ajeno hasta hacerlo leña de hoguera, no encuentras la manera de dotar de sentido común a la oferta pública que nos hacen y de la que tanto y tantos desconectamos.
Acertadamente. Creo.
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