Desaliento
No quiero reflexionar sobre la vejez mientras esté inquieto por el futuro de mis nietos
En su último libro ['Este imbécil va a escribir una novela' (Alfaguara)] Juan José Millás afronta el paso del tiempo, la vejez, combinando la aceptación ... de los cambios físicos con una actitud activa y una reflexión constante sobre la propia identidad y la realidad. Dice el escritor valenciano (auténtico protagonista de la novela) que a partir de los 60 años uno empieza a cuestionarse cómo será en su vejez, un viejo amable, un viejo cascarrabias...
Un servidor –por insensato, quizás– nunca se ha planteado esa duda. Es verdad que, como hacía Sigmund Freud, hace tiempo que rehúyo mirar mi silueta al pasar frente a un escaparate, porque sé que me va a devolver una imagen ajada, pero me niego a hacer una reflexión acerca de cómo seré cuando sea viejo porque, muy sencillo, ya soy viejo y, más o menos, ya sé cómo soy. Lo que sí me inquieta es el futuro de mis nietos y de los nietos de mis amigos, de todos los nietos en general.
A saber...
Entre temeroso y encogido, lo piensas un poco y, sí, a saber. Con el panorama actual, plagado de controversias y debates que no son sino peleas y discusiones de pésimo gusto y con la emergencia de líderes que buscan repartirse el globo, no sin antes humillarlo y pavonearse cual chulos del barrio. El pronóstico de algunos especialistas es amenazante. Nuestro mundo está sofocado, al borde de la histeria por las advertencias de guerras internacionales generalizadas con alto riesgo nuclear, con el horror del genocidio en Gaza, viviéndolo y viéndolo en nuestras narices, cuando no aplaudiéndolo (¿qué puñetas hacía Abascal fotografiándose junto a Netanyahu y alabando su «firmeza»?), con la invasión rusa de Ucrania sin más razón que 'porque sí' y porque, quedándonos aquí, en España, la vuelta a la actividad política demuestra que seguimos como estábamos, con un Gobierno sin suficiencia y cierta inestabilidad, frente a una oposición que se ocupa de movilizar a la opinión pública contra Sánchez, pero sin ofrecer un programa de cambio.
El joven a la búsqueda de vivienda está esperando y el viejo cuya cesta de la compra se encarece, está desalentado.
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