Curriculitis
El político que aumenta méritos sin tenerlos, denota inseguridad personal
Poseer un título universitario no va más allá de tener un aval académico, pero no excluye la existencia de otros avales, otros conocimientos y otras ... aptitudes para desempeñar un cargo o acceder a determinado empleo. Sin embargo, años atrás, en España se desarrolló una especie de galopada interclasista hacia la obtención de un título universitario, hasta el punto de que se acuñó una palabra, titulitis, que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE) define como «valoración desmesurada de los títulos y certificados de estudios, como garantía de conocimientos de alguien».
Es verdad que ese afán por tener un título, en buena parte provenía de que, históricamente y hasta los años 70 del siglo pasado, el acceso a la universidad era cosa de ricos, así que los padres que antes habían sido niños de la posguerra y crecido rodeados de escaseces, se sacrificaban para que sus hijos tuvieran una carrera.
Les suponía un legítimo orgullo.
Con el nuevo siglo, la situación ha cambiado. Y nuestros jóvenes lo saben porque lo sufren. Ahora, tener una carrera universitaria, un máster, hablar idiomas, no es garantía de éxito. Ni siquiera garantía de empleo. El acceso a la universidad se ha generalizado y ya no supone un lujo, si bien todavía los títulos dan relevancia y de ahí la práctica de inflar, o directamente mentir, en los currículos.
Cualquier persona que haya cometido el error de hacerlo, se debe sentir avergonzada al ser descubierta y hasta puede incurrir en delito si ha falseado algún documento. Pero en el caso de los políticos es distinto y, además, denota una cierta inseguridad personal. Si aumenta méritos sin tenerlos, en el fondo es que no los considera suficientes. La duda interna y la inseguridad llevan a los candidatos a abultar sus credenciales. Y como no es delito, ahí va, que mientras rule no es chamba. Al fin y al cabo, el propio Maquiavelo considera que la mentira, el fingimiento y las falsas promesas son instrumentos políticos.
El falseamiento de datos curriculares, que hoy son noticia, supone una falta de credibilidad, otra más, que tiene como consecuencia inmediata la falta de confianza: terreno abonado para los populismos y 'soluciones' totalitarias.
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