Caza de brujas
El inquilino de la Casa Blanca y el síndrome de Hubris
Se comportan como los chulos del barrio, los abusones de su fuerza, los intimidadores, y hasta se creen enviados por el mismísimo Dios, como dijo ... Trump en el mensaje de su vuelta a la Casa Blanca: «Hace unos meses, en un bonito mitin, un grupo de asesinos me perforó la oreja. Pero mi vida se salvó por algo: Dios me salvó para hacer a EE UU grande de nuevo».
Casi nada.
En los ocho meses que lleva como presidente, el mandatario americano ha intimidado al mundo anunciándoles, y aplicándoles, altos aranceles comerciales, ha despreciado el consejo de otros, piensa que, por estar en una situación de poder, su opinión es superior a la de los demás, aunque sean expertos, y se atreve, en plena pandemia, a recomendar la toma de lejía para combatir a la covid-19. Últimamente afirma que el paracetamol (popular medicamento para aliviar dolores) está asociado a la enfermedad de autismo. Pareciera que como tal autista se comporta él mismo con sus negacionismos («El cambio climático es el mayor timo del mundo» o «Las energías renovables son una estafa»).
Para completar la sintomatología del llamado 'síndrome de Hubris' (un trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás), Trump se salta las reglas establecidas y pretende cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América. Porque sí. O proyecta recuperar el control del Canal de Panamá. Porque también.
Ahora, junto a otro chulo internacional, Netanyahu, ha emprendido una nueva caza de brujas amenazando o eliminando de sus puestos a periodistas críticos con su labor. Y, exagerado en todo, reclama 15.000 millones de dólares a 'The New York Times', periódico crítico con su política. Los continuos y masivos asesinatos en la Franja de Gaza tampoco han merecido su desaprobación.
Con todo este bagaje, el inquilino del despacho más importante del mundo –por ahora– busca la admiración con ahínco y sin disimulos: tiene el cuajo de decir que se merece el premio Nobel de la paz.
Que le pregunten a los migrantes.
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