La Alberca, Murcia. Jueves 24 de febrero, 6:13 am: «Mi querida familia. Están bombardeando Ucrania. Guerra». Taras Hontar acaba de despertar y el pitido ... del móvil le avisa del escueto y doloroso mensaje de su madre en el grupo de WhatsApp. El miedo al saber que Putin ha invadido su país bajo la falsa e hipócrita excusa de una «operación militar especial» para liberarlos de la «persecución y genocidio» por parte del Gobierno no lo paraliza ni lo detiene; solo piensa en agarrar la furgoneta y regresar cuanto antes para luchar en su tierra. Con las horas llega la calma y los primeros mensajes de los amigos de aquí que quieren colaborar y las necesidades de los de allá lejos. No hay tiempo para quejas, hay que actuar.
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Estamos sentados a la entrada del local que ha convertido en centro de recepción de ayuda para Ucrania junto a su esposa Alina, a la que conoció tan solo un día después de llegar en 2003 a esta pedanía murciana en la que viven desde entonces con sus dos hijas pequeñas. Un cigarrillo le ayuda a tranquilizarse y un Red-Bull lo mantiene despierto. Taras lleva días sin dormir, recibiendo donaciones de comida, ropa, medicamentos, junto a un grupo de voluntarios, y gestionando su envío para que lleguen cuanto antes a la frontera. Su teléfono no para de sonar y él, de suspirar y comerse las uñas por los nervios. «Ni un solo ucraniano en el mundo pensó jamás que Putin pudiera atacarnos, somos hermanos», me confiesa mientras me cuenta que su familia está por ahora a salvo en un pequeño pueblo entre bosques a seis kilómetros de Bielorrusia. Las hermanas de Alina viven en Ternopil, a orillas del río Seret: «Se encuentran bien. Yo no puedo llorar, solo siento rabia e impotencia y un gran orgullo de ser ucraniana en estos difíciles momentos».
A mi pregunta de si hay solución, Taras me contesta: «De paz, no, seguiremos luchando. O dejamos de existir como país o recuperamos nuestras antiguas fronteras. La guerra nos ha unido y no vamos a bajar la cabeza». ¿Y Zelinski?: «Está ahí, presente. Maravilloso, nos da la fuerza». Y entonces rompe a llorar y de esos ojos azules que miran con dignidad y de frente salen las primeras lágrimas desde que nos hemos conocido al recordar a su valiente y heroico presidente.
La ONU se prepara para un éxodo de hasta cinco millones de refugiados ucranianos, el mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Ya hay centenares de civiles muertos y miles viven atrapados bajo los bombardeos. Ucrania nos necesita, no hay tiempo para «diplomacias de precisión», medias tintas ni titubeos. Solo acabar con el asesino y tirano de Putin puede solucionar esto.
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