La dieta milagro
Recortar sin que el ciudadano lo note suele tener truco
Una de las cosas extrañas que hace el dinero es reubicar objetos y ponerlos en sitios aleatorios. Puede situar, por ejemplo, a decenas de barcos ... cargados de botellas frente a una zona de especial conservación y que tenga que intervenir la autoridad para devolverlos a su sitio. Pero es que uno se hace con un vehículo de cierto nivel y con algo de tiempo libre y pierde la referencia. El máximo exponente son esos millonarios que se suben en unos superdeportivos en principio diseñados para alcanzar los 400 kilómetros por hora y los conducen por las calles estrechas de Mónaco, donde difícilmente pueden pasar de primera, para dejarlos frente a un restaurante.
Pero lo que hace la acumulación de dinero moviendo objetos nunca es tan grave como lo que hace la falta de dinero, que suele dejar un hueco allí donde debería haber algo: un estante vacío en la nevera, si se trata de fondos domésticos; un pueblo sin autobús, si son públicos, o un aula sin climatización, o una enfermedad sin diagnóstico.
En la gestión de las emergencias, este tipo de vacíos no se ven hasta que aparecen de golpe. Por eso la tentación de recortar partidas para afrontar lo que aún no ha sucedido es siempre alta, porque hacerlo no se nota si lo peor no acontece. Pero lo peor tiene paciencia. Lo vimos con la dana y la eliminación, cuatro meses antes de la furia de barro, de la Unidad Valenciana de Emergencias, y lo hemos visto con el paulatino debilitamiento de los recursos para la prevención y extinción de incendios este verano.
Desde que estalló la crisis de la primera década de los 2000, la inversión pública del Estado y las comunidades autónomas en gestión forestal se ha reducido en cerca de un cuarto, y dentro de esos gastos, lo que mayor recorte ha sufrido ha sido la prevención, ese ingrato trabajo que se hace cuando parece no estar haciéndose nada y que nunca recibe aplausos.
Nos hemos acostumbrado a escuchar promesas de reducciones de impuestos como una expresión de gestión eficiente, un hallazgo virtuoso para gastar menos y hacer más, pero el tiempo acaba contando todos los secretos. Además, sabemos que, aunque los gastos superfluos existen, suelen ser los que mejor resisten a la tijera, más propensa a ir por la línea de puntos de los servicios básicos. Este verano ha sido una muestra más de que siempre hay truco en la fórmula mágica. Hablar de realizar reducciones impositivas sin que ninguno de nosotros vaya a notar las consecuencias es como presumir de haber bajado de peso sin cambiar de dieta pero comiendo más.
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