La verdad
Apuntes desde la Bastilla ·
No es algo superficial mirar a la cara a la trascendencia y saber de una vez por todas qué entendemos como verdaderoMe despierto este domingo esperanzado. Por fin vamos a acabar de una vez por todas con el problema de la Verdad. La escribo con mayúsculas ... porque la ocasión merece la pena. Dos milenios y medio de filosofía occidental no han sido suficientes para zanjar una cuestión espinosa, por la que se han derribado imperios y se han construido tiranías. Es para estar nervioso, querido lector de periódicos. No es algo superficial mirar a la cara a la trascendencia y saber de una vez por todas qué entendemos como verdadero, ese bien supremo que para los beatos es Dios y para los políticos una trinchera en la que parapetarse.
No vivimos en Verdún, afortunadamente, pero sí en una especie de guerra de posicionamientos que amenaza cada día con romper las líneas del juego. El Gobierno lleva anunciado desde hace meses su intención de discernir lo que es la Verdad y lo que no. Habló, se reunió, amplificó en sus altavoces mediáticos los debates bizantinos, promulgó y festejó las medidas adoptadas, pero quedó el mismo marasmo de dudas de siempre. ¿Qué es la Verdad? ¿Quién decide lo que es verdad? ¿Cómo se legisla lo que es verdad y lo que no?
Es paradójico, desde luego, que uno de los gobiernos que más ha maltratado a la filosofía en la escuela pública vaya a dar trabajo a tanto filósofo que anda desperdigado por la calle, buscando empleo en los cafés de especialidad. Imagino que el tema, capital en la democracia, esencial en los cimientos de un Estado de derecho, no se resolverá por la vía rápida poniendo a un fontanero de Ferraz al mando de este ministerio que no llamaré de la Verdad para no plagiar a Orwell. Seguro que no. Que se abstengan los Puente y Bolaños nacidos de un lodo no tan bíblico. Sánchez es mucho más que eso y nombrará un comité de expertos, una especie de sabios-filósofos, a la manera de Platón, con barbas y gafas, para decidir, a partir de ahora, lo que es verdad y lo que no.
Porque estoy seguro de que Sánchez está pensando en la 'alétheia' griega, en la verdad como descubrimiento. Los griegos pensaban que a la verdad había que desnudarla de ese velo de oscuridad, para sustraer de ello la esencia, lo cierto. Es un proceso exigente con la conciencia por el cual el hombre busca la evidencia. Porque hay verdades, y esto lo sabe Moncloa, que están ahí, que bastan los sentidos para hacerlas brillar. Por ejemplo, una verdad universal es que la mujer del presidente obtuvo una cátedra sin tener ninguna titulación universitaria. Imagino a miles de aspirantes a profesores universitarios, con sus sexenios de investigación, sus míseras becas (cuando las hay), de un lado para otro llevando la cartera del profesor titular, organizando congresos y escribiendo artículos que nunca firmarán. Los siento atendiendo muy de cerca este debate apasionante, surgido, convenientemente, cuando un juez ha decidido abrir la caja de Pandora Gómez.
Otra verdad absoluta es que, según las normas impuestas para esa cátedra de la que usted me habla, ella misma, la primera dama, no podría ser nunca alumna de la cátedra donde impartía clases. Las verdades se van acumulando en este artículo y crecen como las montañas. No solo se ven las mentiras, les diría a este comité de cuenta-verdades que está por venir, sino también las certezas. ¿Casualidad o conveniencia? La verdad no pertenece ni a la izquierda ni a la derecha, por supuesto, pero de momento, solo un lado pretende aglutinarla en sus desagües.
Porque hay verdades por todas partes. Nos rodean. Incluso en el interior de las mentiras también se esconde la verdad, tan limpia y pura que sentimos tristeza al verla circundada de tanta mugre. Por ejemplo, ¿puede alguien que ha basado su ideario político en la mentira certificar lo que es la Verdad? ¿Está legitimado un Gobierno sin código ético crear una ley para controlar lo que es y no es verdad? ¿Dónde empieza la mentira original, el 'primum mobile' de la desfachatez, el Adán y Eva y de la deshonra?
Acudo a Machado, un poeta reivindicado solamente en las ocasiones convenidas, para guiarme en este debate tan estéril como la zanahoria en el palo para el burro. Dijo el poeta «¿Tu verdad? No, la Verdad, /y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela». Guárdatela, le diría al Gobierno. Yo no quiero una verdad procesada por los intereses políticos, una verdad hecha para tabla de salvación de un Ejecutivo que hace agua. Yo aspiro a una verdad griega, la que hay que descubrir tras un ejercicio de inteligencia. Y para eso está la prensa libre, ¿o acaso esta nueva ley no va de controlar los medios? Ven conmigo a buscarla.
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