El tragasables
Apuntes desde La Bastilla ·
Brilla por su ausencia la intelectualidad española, esa que no duda en firmar manifiestos en época electoralDe niño me fascinaban los circos. Sobre todo el hombre que era capaz de tragarse un sable. Lo había visto en decenas de películas. Soñaba ... con que aquel superhombre viniera a mi ciudad para, entre gritos de sorpresa, ingerir una de esas espadas largas que se utilizaban en la Edad Media. Una cimitarra árabe, brillando en mitad de la noche, entrando sin obstáculo en la garganta como yo comía caramelos. Incluso la fiebre por aquel portento físico llegó a tanto que mi madre me prohibió rondar la cocina, ante mi mirada amorosa a los cuchillos. Las cosas del circo, me decía, solo pasan en el circo. Cuando se apagan las luces, se acaba la magia.
Pero la magia ha vuelto, tal vez porque vivimos en tiempos oscuros. Quién nos iba a decir que estos días de progresismo sin límites depararían el regreso de las artes circenses a la política. ¡Y qué circo! Con carpas kilométricas y fuegos artificiales. Cada sesión parlamentaria es una función memorable, al más puro estilo de los espectáculos de la infancia, con humo y pólvora china. Se llama democracia, por supuesto, y a ese supremo concepto no le pongo ni un pero. Aunque la democracia también lleva consigo responsabilidad, sus balanzas, sus puentes de consenso. Visto lo sucedido el miércoles con la aprobación de dos de los tres decretos, me atrevería a decir, como apuntó Jean François Revel, que las democracias también mueren cuando los intereses personales priman sobre los colectivos.
Nunca hubiera imaginado lo cerca que está nuestro país de atragantarse de acero inoxidable, de tantos sables que lleva ingeridos en estos últimos años. Si nos fijamos en lo acaecido desde el verano hasta enero, podemos hablar sin miedo a la exageración de que se trata de un atracón. Un empacho de hierro afilado. Y no solamente lo hacen nuestros políticos. Detrás de esta ingesta diaria y nutrida de cuchillas y kabilas hay una masa de población satisfecha, incapaz de ser crítica con su voto, que mira hacia otro lado cuando descubre que el arsenal se está vaciando a costa de una digestión trágica. También brilla por su ausencia la intelectualidad española, esa que no duda en firmar manifiestos en época electoral pero que enmudece cuando las trincheras en las que vivimos se encharcan con las propias mentiras. O periodistas que se indignan con guerras orientales o discursos de Meloni pero que enmudecen ante políticas similares.
Porque alguno podría tener la inocencia de pensar que transferir las competencias de inmigración a Cataluña es solamente un paso de tantos en este camino de gobernabilidad, justificado para que la derecha no pise moqueta. Ni mucho menos. El fin ya hace mucho que dejó de justificar los medios. Puigdemont tiene un arsenal de sables en el sótano de Waterloo. Una armería con todo tipo de espadas que anhelan un esófago socialista. Las hay de todos los tipos, y todas ellas encontrarán una boca ajustada. Da igual que sea enero que septiembre, que se hable de inmigración, de amnistía, de trenes, autovías, aeropuertos o de aceite de oliva. El prófugo de la Justicia (esto, a veces, se olvida, ¡que es un hombre con una orden de búsqueda y extradición!) es el verdadero artífice de esta legislatura. El amo y señor de las leyes que se aprueban. Toda una espada que nos atraviesa.
Que Sánchez se ha convertido en un Houdini era algo previsible, salvo para los cándidos o los religiosos del socialismo. Pero tras él hay todo un país alucinado, dormido o complaciente. Y no sé qué es peor. Por ejemplo, la diputada de Coalición Canaria, representante de una comunidad asfixiada por la llegada masiva de inmigrantes, aprobó con su voto que Cataluña quedase fuera del cupo de solidaridad que reparte a estas pobres criaturas que llegan en cayuco por toda la península. También los diputados socialistas murcianos, que ven cómo los barrios de sus ciudades se convierten en guetos, votaron con orgullo este privilegio a Cataluña. Los ricos bailan con la miseria de los pobres.
Es un sable difícil de tragar para el progresismo que Junts, que declaró no hace tanto ser admirador de las políticas migratorias de Le Pen, trocee la política estatal de inmigración basándose en una ideología impregnada de xenofobia, que dice que Cataluña se está islamizando y que la solución es levantar un muro para que sean Madrid, Murcia o Andalucía los que soporten el reparto. Calles limpias de musulmanes en Barcelona y la alfombra del Congreso manchada de indecencia. Todo para que Sánchez cumpla sus años dorados en La Moncloa y concluya su trilogía bibliófila. El presidente que comenzó su andadura rescatando el 'Aquarius' de las aguas mediterráneas ahora entrega a la extrema derecha catalana la gestión de millones de vidas vulnerables. Tiempos progresistas, se estudiará en el futuro.
Algunos creerán que el sable se lo ha tragado Sánchez, pero es una ilusión. Los españoles ya tenemos el estómago lleno de espadas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión