El presidente escritor
Apuntes desde la Bastilla ·
Disfrutamos los españoles de un escritor que completa su jornada laboral gobernando el país. 'Tierra firme' se titula la última novela de Pedro Sánchez. Y ... digo novela porque el género literario en el que mejor se mueve nuestro presidente es sin duda la ficción, que antaño llamaban mentira pero que hoy se tilda de cambio de opinión. Reflexión, biografía, ensayo de un estadista, diplomacia, dan igual los apelativos que busquen en las fajas. Todo lo escrito en el libro correrá el riesgo de ser pura metáfora con el paso del tiempo, si así lo necesita su autor, si las circunstancias cambian o si, tal vez, son necesarios siete votos para montar la Feria del Libro en La Moncloa.
Es un misterio poético cómo un hombre -un superhombre, incluso- tiene tiempo para gobernar un país, ser presidente de turno de la Unión Europea, preparar dos campañas electorales, recorrer medio mundo alertando contra el fascismo, visitar cada pedanía socialista en tiempos de vacas flacas y grabar una serie de televisión, a la par que redacta un libro. Escribir es un negocio difícil, que no les engañen. Es necesaria la reflexión y la soledad. El tiempo para poner en orden todas las ideas. Convertir los hechos en pensamientos, y estos en escritura. Negro sobre blanco. Luego toca corregir, quedarse a solas con el texto. Examinarlo de arriba a abajo. Leerlo y releerlo. Interrogarlo como un comisario avezado para sacarle al asesino la confesión. Toda esa parafernalia se presupone en un escritor que está a punto de vender miles y miles de ejemplares. Salvo que seas Pedro Sánchez.
Admiro ese tesón en las palabras, esa insoportable levedad en los gestos. Envidio la entereza de nuestro presidente a la hora de enfrentarse al mundo, de salvarnos de la ruina constante que pende sobre nosotros si votamos mal, de crear conflictos diplomáticos por cada vuelo del Falcon, sin importar la brújula ni el mapa, ayer en Israel, hoy en Italia, mañana en Argentina. Las maneras sibilinas de hacer de nuestro país una extensión de su persona. El CIS, la Agencia EFE, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el Código Penal, y si le dejamos unos meses más, también la Constitución, tan celebrada y leída estos últimos días por socialistas de fría hierática. Y todo eso, a la par que estaba escribiendo su libro. No me digan que no es heroico, que no es tierno. Yo, que apenas doy abasto con las clases, que me dejo el sueldo en psicólogos y me ahoga el estrés y la ansiedad, que apenas llego a tiempo de tomar ese AVE que me lleva a Madrid, ese avión a Alicante, que cada presentación me deja derrotado, en la lona, con un cansancio geológico, y él, siempre con el rostro preparado para la fotografía, para la eternidad de una firma ministerial.
Tampoco me da la vida a mí para compaginar todo lo que hago con leer. Imagino que Pedro Sánchez sí leerá. Todo lo que le regalan, todo lo que elige en las librerías de Madrid, o en los pueblos a los que acude ofreciendo sonrisas. Y no me refiero a lecturas tediosas, como páginas y páginas de BOE, que él mismo pide elaborar, ni discursos en los que el país siempre está al borde de derrumbarse por el precipicio de la Historia, y que él sujeta con firmeza. Para nada hablo de eso. Ni siquiera de las actas que le habrán mandado ya desde Ginebra los verificadores, esas páginas secretas en las que se habla del futuro de España pero que, como ya hemos aceptado, el futuro es algo ajeno a nuestras pretensiones, queridos lectores. Hago referencia a todos esos escritores que aparecen de vez en cuando por el Congreso, en sus discursos. Del viejo poeta argelino que algunos identificaron con Camus, o con el entrañable poeta nacional, nacido en Soria, que arrastró sus pies hasta la frontera francesa.
La política española no está sobrada de citas literarias, por supuesto. Entre Orwell e Ismael Serrano, yo me quedo con Óscar Puente y sus metáforas umbilicales, de amantes que se buscan tanto que no han podido comprar preservativos en la farmacia antes de aliviarse. Es lo que tiene trabajar una semana al lado de Pedro Sánchez, que la poesía exhala por los poros, que hasta el gesto se vuelve literario. A este ritmo, el Consejo de Ministros está a un paso de convertirse en el Ateneo. Del 'Manual de resistencia' supimos que el escritor que habita Moncloa podría hacer cualquier cosa para seguir narrando la historia de nuestro país. Con 'Tierra firme' ya hemos llegado a ese punto de certeza de que el escritor se ha apoderado del país. Y ahí siguen las colas de lectores, deseosos de que se cumpla la trilogía.
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