Del Gobierno al meconio
La factoría socialista ha creado en este declinar del sanchismo un escándalo a la semana, un descenso a los infiernos
El enésimo escándalo del PSOE me ha pillado limpiando los últimos restos de meconio. Antes de que naciese mi hijo, este primer acto del aparato ... digestivo me sugería el inmortal artículo de David Gistau sobre la paternidad. También yo, hasta hace poco, disfrutaba del martini en el aperitivo y brindaba por el sol del mediodía. Los tiempos cambian para todos, imagino, menos para el Gobierno, que se mantiene siempre en ese estado de psicosis, a punto de derrumbarse pero erguido, o más bien inclinado, una ruina sin lustre ni heroicidad, pero resistente a los devaneos y las inclemencias, como el musgo oculto tras una piedra.
El meconio es difícil de limpiar. Se incrusta en la piel del bebé como el chapapote en la arena. No salta por más que frotes. Impregna todo alrededor y cuando uno cree haber hecho un buen trabajo, vuelve a la carga otra oleada de tinta negra. La paternidad es convertirse en Sísifo y rodar colina arriba con la piedra hasta que vuelva a caer de nuevo. Una pendiente llena de meconio, claro, sucia, pestilente, como si las noches se hubiesen convertido en rondas por las cloacas.
Decía que estos días estoy poco atento a las noticias. No hay nada como tener un hijo para desintoxicarse de la actualidad, hasta que Hacienda llama a la puerta. Es un ejercicio de paciencia tibetana el pagar impuestos mientras uno observa la actuación de esta tal Leire Díez. Años y años de sueldo público. Lustros de corrupción. Os juro que mi hijo cerró los ojos ante el espectáculo. La factoría socialista ha creado en este declinar del sanchismo un escándalo a la semana, un descenso a los infiernos propio de estado bananero, de democracia enferma y terminal.
Lamento que mi país haya llegado a este nivel de decrepitud y que tantos ciudadanos lo respalden con su silencio
Estamos en ese punto. Las instituciones rebosan meconio hasta los capiteles corintios de sus edificios. El Tribunal Constitucional, plagado de dirigentes socialistas, se ha convertido en un brazo expuesto a los intereses del líder, que menosprecia la Constitución y la banaliza a voluntad personal. Los ministros se mueven como anfibios, respirando bocanadas de mentiras en los medios de comunicación, alimentando bulos a conciencia porque saben que la más esencial de las verdades consiste en que hay millones de personas que toleran la corrupción, que permiten la sinvergonzonería, que son capaces de humillarse aún más por este Gobierno con tal de que no haya alternancia política. El PSOE lleva midiendo la tolerancia de sus votantes al menos siete años y ha descubierto que ni el meconio los espanta. Ahí estarán sus votos siempre, con independencia de la gestión, de la pulcritud democrática. No son votantes, sino religiosos. Fanáticos de la rosa y el Peugeot.
Altas dosis de meconio también aporta el ala de extrema izquierda del Gobierno. Esta lluvia de partidos, Sumar, Podemos y demás variantes, hace diez años hablaba de regenerar la democracia, de buscar la excelencia política a través de la honradez. Esos que iban a asaltar los cielos ahora chapotean en un pañal sucio. Un pañal caro, por supuesto, pero atestado de meconio. Los dirigentes revolucionarios guardan silencio o justifican todo el sainete en el que se ha convertido España. Transigen con bulos tan obscenos como los publicados y multiplicados por los medios afines y públicos: el de la bomba lapa. Mastican veneno con tal de pisar moqueta un día más, porque fuera de ella, la nómina se volatiliza. Vinieron a cambiar España, a salvarla de la avaricia de la derecha y de los banqueros, y hasta toleran que el principal partido del Gobierno haya colocado a prostitutas en puestos públicos, tras hacer servicio de ellas. Hasta los impulsos más feministas se llenan de meconio cuando se sientan en el consejo de ministros. Y sin protestas. Sin aspavientos. Porque el meconio lo inunda todo. El meconio paga las nóminas.
Un padre asume que tras un pañal sucio hay una piel suave, una mano que se agita y unos ojos que se entreabren. Por cambiar pañales renuncio al martini del mediodía. Es el sacrificio de las generaciones. Hay un bien superior en ese gesto de limpiar, de darle sentido a una vida que se abre paso. Estos días de felicidad lamento muchas cosas. Me gustaría ver y oler el meconio solamente en los pañales de mi hijo, y no en las instituciones y en los políticos que me representan y pago con mis impuestos. Lamento también que mi país haya llegado a este nivel de decrepitud y que tantos ciudadanos lo respalden con su silencio, con sus excusas, con su connivencia. Y sobre todo, lamento que Gistau no pueda escribir sobre todo esto. Un tipo que hizo del meconio una obra de arte habría escrito mejor que nadie sobre toda la mierda que inunda al Gobierno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión