Jo, ¡qué año!
Apuntes desde La Bastilla ·
Aquí seguiremos en 2024, levantando banderas contra la soledad, construyendo un edificio mucho más noble y duradero que el de la palabra políticaConfieso que he vivido, como tituló Pablo Neruda sus memorias. Y yo recurro a él en este último desahogo del año. Le tomo prestada la ... ocurrencia al escritor chileno para confesaros a todos, lectores de periódicos, sustento fiel de esta columna, junto al café y la tostada, que este año –lo juro– he vivido como ningún otro en mi vida. Y lo he hecho junto a vosotros, en este espacio de ochocientas palabras, en esta página que sucede al editorial y las cartas al director, en esta parte superior del árbol que un día fue, a media página, donde he intentado hablaros del mundo que me rodea, de prestaros los ojos con los que veo la vida y las manos con las que la escribo.
Escribir la vida, eso intento hacer todos los domingos. Escribirla para que vosotros la leáis. Una vida a veces ingrata y otras tantas amable, como la de todos los demás, tan corriente como la que compra y lee este periódico. Una extensión del paraíso los domingos por la mañana, cuando la imprenta cumple el deseo de mis dedos y las ideas se hacen artículo, desayuno, debate y decepción. Una parada en las trincheras de la noche, cuando es miércoles y la conciencia me reconcome porque todavía no he ensayado un bosquejo de lo que leeréis el fin de semana. Los artículos que presento en el periódico son un ejercicio que me devuelve una disciplina escolar. Un compromiso intelectual con una sociedad ávida de respuestas, de enfoques que iluminen su conciencia, que se resiste a los titulares simplistas. Así me siento cada jueves por la tarde, dispuesto a teclear un mundo que podría ser mejor, pero por el que luchamos, escritor y lectores, en la franja de una página de opinión de un periódico regional con carácter universal.
De todas las confesiones que he ido deslizando columna a columna, la última, la más importante de todas, consiste en reconocer que ha sido un año fundacional para este hombre que escribe. Un matrimonio y un libro avalan estos cimientos. 2023 se ha grabado en mi piel como las huellas de un caminante sobre la arena. Días de euforia al costado de una muchacha sevillana, los ojos chispeantes al ver la portada de un libr o en el escaparate de una librería, tan futura como imperfecta, viajes, libros, convocatorias familiares, clases de yoga, ataques de ansiedad frente a una clase de adolescentes confundidos, paseos en barco alrededor de islas azules, ciudades abrasadas de calor, viajes en tren y la sal de los días cotidianos sobre la espalda. Uno a uno, hasta completar las 55 columnas que sostienen este templo de la Bastilla.
Desde las ventanas de la vieja fortaleza hemos visto la muerte de un Papa que estuvo en Auschwitz, la desaparición del único partido liberal que tenía España, el desmoronamiento de la decencia política, partidos más preocupados en hinchar el salvavidas que de arreglar el país, unas elecciones municipales y autonómicas, otras generales, negociaciones que todo el mundo sabía que llegarían, pactos con los que todos contaban, cambios de alcaldías, nuevas luces de Navidad, estrenados códigos penales y nueva asunción de límites por partes de los votantes. Este 2023 ha traído también la pérdida de la esperanza política para este que escribe, absorto ante una izquierda capaz de todo con tal de seguir en el poder y una derecha capaz de nada con tal de seguir en la oposición.
Un año en el que he intentado ser honesto con mi escritura, que es igual a ser valiente con lo que pienso y fiel con los que me leéis. Porque de eso trata esta columna, este margen superior en el que nos encontramos semanalmente. Algunos pensarán que cojeo de un lado, como los pies quebrados con los que escribía Ovidio, pero si escribir sobre la actualidad es mancharse, uno comprende que viene los domingos dispuesto a revolcarse en las críticas. Pocas líneas encontrarán los observadores de mis columnas que rezumen sumisión a una causa política o un partido, sea este de izquierdas o de derechas, se llame Pedro Sánchez o López Miras, sea de Madrid o de Cartagena. No soy un intelectual que confíe ciegamente en embaucadores y sospecho que los que os acercáis a esta Bastilla cada semana ya sabréis que ilusión y política hace años que se soltaron de la mano, al menos en el territorio de mi sintaxis.
Aquí seguiremos en 2024, levantando banderas contra la soledad, construyendo un edificio mucho más noble y duradero que el de la palabra política, buscando respuestas a una realidad que no nos convence, rebelándonos por puro compromiso con nosotros mismos. Un año en el que, lo confieso, he vivido, escrito y amado como nunca. Y os lo he contado a vosotros. Desde el capitel de este año, en el final de esta columna, exclamo: ¡Jo, qué año!
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