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Apuntes desde la Bastilla

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Acudimos al alcohol para desinhibirnos, para creernos mejores, para vencer esa parte de nosotros que no nos gusta

Domingo, 8 de septiembre 2024, 07:24

En aquel tiempo nadie se atrevía a hablar con María. Al menos a mi círculo de amigos, esos adolescentes desgarbados y tímidos que fuimos, nos ... producía pavor tan siquiera nombrarla. Ella era guapa e inteligente. Se juntaba con chicos mayores que nosotros, que no suponíamos más que una presencia extraña y cotidiana. Compañeros de clase y poco más. Su vida estaba fuera, al otro lado de las aulas. Para acercarse a ella había que armarse de valentía. En el recreo, la operación quedaba descartada. La suerte se aplazaba al fin de semana, al botellón comunitario, a las dosis de alcohol compradas gracias a la caridad de un hermano mayor. Con varias copas en el cuerpo, bebidas bajo la luz de la luna en una especie de ritual de iniciación, nos sentíamos eufóricos y preparados. Sabíamos de sobra que nada podíamos hacer con María, pero al menos se percataría de nuestra existencia durante unos segundos. Un saludo. Una pregunta. Luego volvíamos al grupo felices y con la cabeza alta. No pasaríamos ninguna noche de nuestra vida con María, pero habíamos encontrado el coraje para hablarle.

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