Me gustan tanto las mujeres
He acabado por concebir el género femenino como un arquetipo de todas las bondades posibles
Nunca, y digo nunca, dudé de la fortaleza, la inteligencia y la disposición de las mujeres y, desde luego, siempre fui partidario de su sensibilidad ... y de su belleza, porque me gustan mucho, y no solo en el sentido físico o sexual del término, que también, sino en todos los sentidos posibles, tal vez porque las mujeres de mi familia, desde mi bisabuela hasta mi hija, han constituido un ejemplo formidable de todas las virtudes humanas. Porque en mi historia académica me he encontrado con una infinidad de excelentes compañeras y en mis años de profesional he compartido mi trabajo con profesoras modélicas que me han enseñado un montón de cosas, he tenido alumnas sobresalientes, incluso en mayor medida que los chicos, me he relacionado sentimentalmente con mujeres destacadas y mi última compañera ha resultado excepcional, de manera que he acabado por concebir el género femenino como un arquetipo de todas las bondades posibles hasta el punto de que, a pesar de mi ateísmo, he considerado siempre que, de haber un Dios verdadero, este sería una mujer, sin duda.
De hecho, yo creo que casi siempre he escrito de ellas o las he tenido como modelo para construir a mis personajes, entre otras cosas porque dan mucho más juego literario y psicológico que nosotros. Ana Ozores, Madame Bovary o Ana Karenina, por poner algunos pocos ejemplos ilustres, son el testimonio de mi argumento y protagonizan las novelas más enjundiosas de la historia universal de la literatura. También el poder y la fortaleza les son propios, aunque a veces hayan adoptado una imagen de ternura y de aparente debilidad, porque ni aquella ni esta contradicen el ideal femenino que debe ser, sin duda, también el ideal feminista. No se me ocurre un mundo mejor que un mundo ocupado por mujeres y gobernado por ellas, en el que destaquen todas sus capacidades y su ideología, que no se aparta del humanismo clásico y que siempre ha andado muy cerca de nosotros, a nuestro par, con nosotros a su lado. Al menos yo no me veo si no es junto a una mujer, junto a mi compañera mientras comparto con ella las luces y las sombras de la vida. Yo nunca me he visto sin ellas. Primero fue mi madre y luego hubo muchas, todas buenas, todas grandes y diferentes hasta mi hija. Las ayudé en todo lo que les hizo falta, permanecí a su lado, las aguardé en la sombra y acerté siempre que las valoré como es debido, porque fueron imprescindibles, sin duda.
Hoy es la selección nacional de fútbol la que nos trae la última satisfacción femenina. Acaban de ser campeonas del mundo en esta especialidad deportiva y con ello nos proveen del orgullo mayor en una disciplina en la que tradicionalmente no destacaron nunca porque para la mentalidad machista de otro tiempo no había nada más estrambótico y disparatado que una chica jugando al fútbol, gobernando con destreza una pelota y metiendo un golazo como el de Olga Carmona a la selección inglesa en la final de Sídney.
Pues ya está, solo faltaba este pequeño detalle para equiparar del todo a hombres y mujeres.
Ahora ya somos todos campeones de verdad. Enhorabuena.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión