El Papa Francisco: ¿un discurso para perder la fe o recuperarla?
Se ha celebrado el IV Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, donde el Papa Francisco quería escuchar a esas personas empobrecidas y que están organizadas ... en estos movimientos populares. No quiere escuchar a banqueros, financieros y a los que poseen grandes fortunas, sino a esas personas que están en esa humanidad sufriente.
En la primera parte, tomaron la palabra estas personas para expresar sus luchas en este tiempo de pandemia, en un mundo que no los excluye. Expresaban que en sus países eran hostigados por la policía para que se confinara a personas que vivían de lo que vendían cada día, porque la pandemia del hambre siempre ha estado presente. Expresaban sus luchas desde la solidaridad y nos comentaban cómo compartían la comida y nos comentaban cuáles eras sus reivindicaciones a sus respectivos gobiernos para ayudar a todas las personas y, en especial, a las que están en la economía informal. Los gobiernos no escucharon y millones de personas, sin comida ni agua ni vacunas, tenían que salir cada día a la calle para sobrevivir. Los movimientos populares pedimos que no se puede volver a la antigua normalidad, porque sería volver a la explotación, a la miseria, que no se puede volver a ese sistema socioeconómico depredador y destructor de la vida humana y del planeta.
El Papa Francisco los escuchó y lanzó un discurso histórico, basado en los evangelios y en la Doctrina Social de la Iglesia, y se dirigió a los grandes grupos económicos y a los Estados más poderosos del mundo. Empieza diciendo que «el cambio personal es necesario, pero es imprescindible también ajustar nuestros modelos socioeconómicos para que tengan rostro humano». Y, desde este planteamiento, en el nombre de Dios, pide un salario universal para que cada persona pueda satisfacer sus necesidades básicas; la reducción de la jornada laboral para el reparto del trabajo, pide a los grandes laboratorios que liberen las patentes de las vacunas, la condonación de la deuda externa, la soberanía alimentaria en cada país; a las grandes corporaciones extractivas, que dejen de destruir y contaminar; el cese del tráfico de armas que fomenta la violencia y la guerra; que todos los niños y niñas tengan acceso a la educación, incluido internet; que se termine con la lógica de la desinformación y la difamación; que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales, que es una forma de neocolonialismo; pide a los políticos de todos los partidos que trabajen por la el bien común, que escuchen a los pobres de la tierra y no solo a las élites económicas, que solo quieren aumentar sus ganancias; y, por último, pide a los líderes religiosos que no usen el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de estado.
Es un discurso que aporta dignidad y esperanza a esa gran parte de la humanidad que está desposeída de derechos y de futuro. Es un discurso que se dirige a esas élites económicas y sociales y les pide que desmantelen este sistema socioeconómico de hambre y de muerte y se construya otro modelo que tenga humanidad y que sepa curar y cuidar del ser humano y de nuestra casa común.
Es un discurso que no ha dejado indiferente a nadie, provocando diversas reacciones y algunas llamativas, como ha sido que del mundo sindical, de la izquierda y de entidades sociales ha recibido una gran valoración y, en cambio, de sectores ultracatólicos y defensores a ultranza del capitalismo ha recibido duras críticas, acusándolo, como es ya habitual, de comunista, rojo, anticristo y que habla en nombre del demonio. En este sentido, hace unos días estuvo en Murcia el cardenal Ramazzini, de Guatemala, el cual defendía una reforma agraria para que la gente tuviera un trozo de tierra para cultivar y evitar las muertes por hambre, teniendo en cuenta que era el tercer país exportador de azúcar. El cardenal Ramazzini indicaba que le acusaban de comunista y marxista, cuando se basa en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Me comentaba un amigo, en relación al discurso del Papa Francisco, que algunos van a recuperar la fe y otros la van a perder. Le comenté que a los que se refiere que van a perder la fe no lo van a hacer, porque piensan que Francisco está equivocado y debía desaparecer, porque su fe se basa en el dinero, el poder y la violencia.
Es un discurso que ha encantado a los que quieren otro mundo más humano y justo y, en cambio, ha enfadado a los que quieren seguir acaparando riquezas. Pero, al margen de estas reacciones, el Papa Francisco lo que quiere es que nos organicemos y soñemos juntos para construir un futuro mejor. Quiere que nos organicemos gente de buena voluntad y que nos pongamos en marcha ya y superemos nuestra parálisis y recelos, porque el sistema explotador, depredador y destructor se ha puesto en marcha de nuevo.
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