Fotografía: Pepe H. Tipografía: Nacho Rodríguez

OTEGI, QUÉ POCA VERGÜENZA

Un periodista de TV-3 le preguntó si en estos momentos hacen falta políticos como Ernest Lluch

Lunes, 11 de marzo 2019

Empezó dando asco, e hiriendo en el alma, una semana en la que Arnaldo Otegi habló innecesariamente y, con sus palabras necias, pero sobre todo con sus silencios vergonzosos y perversos, regresó con toda su crudeza el recuerdo sangriento de la barbarie etarra, tan dolorosa y tan inútil, que él se niega a llamar por su nombre y a condenar como se merece. Qué gran oportunidad perdió para ofrecer algo de consuelo y arrepentimiento donde solo hubo, durante unos largos años terribles, un baño de sangre inocente; o, al menos, que oportunidad perdida para no seguir tocando los huevos, para no seguir haciendo más daño a la memoria colectiva. Ignoro hasta qué punto es un tipo retorcido Otegi, y desde luego no entiendo ese espeso gusto suyo en, un poco a lo Ricardo III shakespeariano, pero en versión panolis, no perder comba a la hora de mostrarse abiertamente como un canalla.

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Un periodista de TV-3, que también se cubrió de gloria, le preguntó al político vasco si, en estos momentos -¡Dios!, de tanto bocazas, de tanto histerismo, de tanta imprudencia...- hacen falta políticos como Ernest Lluch. Y esta fue su respuesta: «Sí, en la medida en que defendía el diálogo como método para resolver problemas políticos y ahora aportaría racionalidad al actual contexto». Y punto. Dice Otegi, ¡Otegi!, que ahora aportaría Ernest Lluch ¡racionalidad! al actual contexto. Claro, pero no puede aportarlo porque un buen día lo abdujeron los extraterrestres, ¿no?, o se apartó del mundo para siempre en un monasterio cartujo como mínimo, o se lo tragó la Tierra Media, o murió plácida y súbitamente mientras dormía la siesta, o se adentró en el mar como Alfonsina Storni por razones jamás conocidas, o nos dejó a la llegada del alba rodeado de sus seres queridos, o se enroló en un barco de nombre extranjero para rendirle homenaje a la copla española, o se evaporó un buen día por propia voluntad, ligero de equipaje como los hombres de la mar.

Dice Otegi que «... ahora aportaría...», si estuviese Ernest Lluch entre nosotros, en cuerpo y alma vivos, compartiendo esperanzas y pesadumbres. Qué horror y qué cinismo y qué descaro y qué sinvergüenza y qué provocación y qué hartazgo, todo ello multiplicado por diez.

Ernest Lluch, el que fuese ministro socialista y hombre de paz, fue asesinado por ETA en el año 2000. Pero eso se ve que no le importa al actual líder de EH Bildu, o que no se acuerda, o que para él es un detalle menor, incluso irrisorio; o puede que tuviese prisa porque lo esperaban a comer. Fue tiroteado en el garaje de su propia casa Ernest Lluch, cuyo asesinato conmocionó al país y sacó a las calles de Barcelona a un millón de catalanes que manifestaron su repulsa a ETA. Otegi el abertzale 'elogiando' al socialista Lluch tiroteado por ETA, por supuesto sin condenar el atentado, que ni siquiera nombra. Le daría pereza o no tenría el cuerpo él ese día para asuntos insignificantes.

La semana empezó de un modo sórdido con estas palabras y silencios de Otegui, con su cinismo, con su ofensiva obsesión por hacerse pasar por paloma de la paz, por Will Kane hablando euskera, por un ángel de Fra Angélico sobrado de voluntad pacificadora, por un artista de la política más convencido de la absoluta inutilidad de toda violencia que Benjamin Britten cuando compuso su 'War Requiem'.

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Pero es que hay más, todavía más. Fíjense: dice Otegi, ¡Otegi!, que faltan Ernest(s) Lluch(s) en la medida en la que «defendían el diálogo». Bueno, bueno, bueno, ¿solo en esa medida? Los demás, ¿bien muertos están?, ¿bien asesinados? Los niños, los ancianos, los que cumplían con su obligación de chóferes, guardaespaldas, agentes del orden, fiscales, jueces, militares...; los empresarios, los que pasaban por allí, los que paseaban por las calles de Sevilla, los que atendían a sus alumnos en sus despachos de las universidades, los políticos que estaban en todo su derecho de no defender el diálogo... Fue a principios de esta semana, lo de Otegi. Da asco. Da mucho que pensar. La semana acabó mejor: con cientos de miles de mujeres manifestándose en las calles. También de esta Región, ¡cuidado y a ver cómo lo solucionamos!, la tercera con mayor tasa de víctimas por violencia de género.

Una chica muy joven llevaba una camiseta con el rostro de Ruth Bader Ginsburg, la magistrada del Supremo de Estados Unidos que lleva toda su vida, tiene 85 años, dedicada a luchar por la igualdad entre mujeres y hombres. Recuerdo una ocasión en la que les dijo -astuta, irónica y resolutiva- a sus compañeros de Tribunal, citando a la poeta sufragista Sarah Moore Grimké: «No pido favor para las mujeres, todo lo que pido es que nuestros hermanos nos quiten el pie del cuello». Otegi, piérdete de una vez, es todo lo que de modo pacífico yo te pido.

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