Noche en llamas
UN TUITERO EN PAPEL ·
Entorno los ojos y no doy crédito, parece una silueta humana encima de un montón de escombrosTras la cena y la serie bajo a sacar al perro, vuelta rápida a la manzana, sin móvil y pensando en mis cosas, ni un alma en la calle. A lo lejos entre la oscuridad veo la silueta en penumbra de la Catedral. Algo distrae mi vista súbitamente dentro de un antiguo edificio deshabitado hace años y en estado de ruina. Con todas las ventanas apagadas un destello llama mi atención en plena noche, es el típico chispazo provocado por un fallo eléctrico. Mi perro comienza a gruñir.
Entorno un poco los ojos y no doy crédito, parece una silueta humana encima de un montón de escombros. El chispazo ha cesado súbitamente justo antes de ver una cara acercándose rítmicamente a la luz. Oigo un coche a lo lejos. Sigue sin haber un alma en las calles. Decido irme a casa y pasar de líos cuando comienza a escucharse el llanto de un recién nacido y la luz empieza de nuevo a centellear. Cruzo el puente y ahora sí que lo veo de cerca, una persona balanceándose hacia delante y hacia atrás en un ritmo acompasado y tranquilo. Cada fogonazo permite verle en una posición distinta. Parece un enfermo. ¿Cómo ha subido hasta ahí?
Quiere decirme algo, me ha mirado de reojo. No sé qué hacer. Me sale un grito seco y fuerte, una persiana sube repentinamente y un señor amenaza con llamar a la policía, aunque mi mujer, muy asustada de que no haya vuelto, ya lo ha hecho. Abro un hueco en la valla que rodea la edificación e intento introducirme mientras mi perro ladra como loco. Huele mi miedo. Pero yo huelo otra cosa. Un intenso olor a quemado se apodera del ambiente mientras las maderas comienzan a resquebrajarse. El fallo eléctrico ha provocado un incendio. El bebé llora tan fuerte que me duelen los oídos. Ato el perro a una farola de la calle y entro dando una patada a la puerta que se rompe en mil pedazos, carcomida y antigua. No hay escalera, todo ruinas, miro hacia arriba y veo la luz lejana, destelleando intermitente mientras se acerca. Ruido ensordecedor, todo cruje a mi alrededor, la luz se intensifica, oigo llorar de forma atronadora, me duele la cabeza a horrores, se me acerca un rostro descompuesto, comienzo a quemarme y... ¡zas! Todo se vuelve negro.
Despierto en el hospital, la policía encontró mi perro atado a la puerta de la iglesia del Milagro, recién restaurada y en perfecto estado. No tengo lesiones. No ha habido incendio. No hay ruinas. Me cuentan que fue construida a finales del siglo dieciocho y se erige imponente sobre las antiguas ruinas del palacio del Recuerdo. Ya olvidado, qué paradoja. La duquesa mató a su hijo recién nacido a principios del diecisiete. Prendió fuego al palacio, le costó horas encender la mecha.
Tenía el mismo nombre que mi madre, su hijo se llamaba igual que yo y mientras escribo me están saliendo quemaduras en los dedos.