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Los niños de la pandemia

Si ni siquiera la configuración del tiempo es la de antes, ¿cómo va a seguir siendo ellos igual?

Sábado, 5 de septiembre 2020, 00:56

Esta mañana he colgado un vídeo en el muro de Carolina. En él una madre grita a sus dos hijos pequeños desde lo que parece la verja del patio de un colegio. Les chilla con acento sevillano: ¡Tamara, hija, no te acerques a la niña. No, no le des besos! Luego al niño: ¡Nooo, zumito a la niña no, no hay que compartiiiiir, ya no hay que compartir. Olvídate de to lo que te he dicho. El gel, lávate con el gel, el geeeel! Es tronchante. Ella es Charo Urbano y en este genial vídeo está parodiando nuestros miedos.

Esta broma encierra un drama, y es que los niños que están viviendo esto no van a ser iguales a los anteriores. Parece un exceso de ese cantante desfasado, demente y ególatra, que no ha encontrado mejor forma de llamar la atención que abanderar el fascismo terraplanista, pero no. Los niños van a cambiar, de hecho ya han cambiado. Cuando Charo Urbano dice ¡no hay que compartiiiir! está lanzando el grito de todos en algún momento. Yo se lo dije a Hugo en el último partido de baloncesto de su equipo. No, hijo, no le des agua a tus compañeros de tu botella. Me miró como si me hubiese vuelto loco. En ese mismo momento, el sábado 7 de marzo, me sorprendí diciendo a mi hijo que renunciase a uno de los pilares de su educación por el miedo al contagio. Días después nos confinaron y entendimos que sería para mucho tiempo. En casa las máquinas se utilizan de viernes a domingo, entre semana solo si es para deberes. Las horas en el cocoon de nuestra casa eran demasiado lentas, las manualidades con papel higiénico y calcetines-marioneta se agotaron a las dos semanas, así que abrimos la mano y empezaron a jugar algunas horas todos los días. Por las mañanas classroom y meet, por la tarde Fortnite y Roblox.

Hugo nació en 2009, meses después de la caída de Lehman Brothers. Es de los que todavía pilló el 'Cheque de Zapatero'. Martina es de 2013, los años centrales de la década perdida. La lógica de los tiempos dice que, igual que aquellos que vivieron la segunda guerra mundial, estos deberían haber vivido una meseta de placidez europea, pero no. Ahora son los niños de la pandemia. Estos niños se diferencian de los anteriores primero en la convivencia con los padres. Nunca una generación había pasado tanto tiempo en familia, sin posibilidad de escape, lo cual en familias sin problemas económicos es una bendición, pero para los que menos tienen está siendo triste. Disfrutar de la convivencia o sufrir la convivencia.

Me sorprendí diciendo a mi hijo que renunciase a uno de los pilares de su educación por el miedo al contagio

Luego está el tema digital. El salto se ha dado sin estar previsto, sin que ninguno estuviese preparado. Es algo que debía llegar, como el teletrabajo, pero ha sido sin aviso. En dos meses nos tuvimos que poner todos las pilas, me refiero a los alumnos de colegios que de verdad quieren y respetan a sus alumnos, como María Maroto, el de mis hijos, que desde el primer día empezó con las tareas digitales y todos exploramos classroom, meet, etc. Todo esto es la superficie de algo profundo, y es que el escalón socieconómico hará a la mayor parte de la población infantil mucho más pobre, empezando por una brecha digital dramática: si se acaban los datos no puedo hacer los deberes. Lo he escrito y lo he tenido que releer dos veces para entender la profundidad del dolor del padre que tira de móvil para que sus hijos estudien porque no tiene otro dispositivo.

Esta mierda no está dejando escapatoria. Esta es la triste historia de una fuga. Cuando se anunció que en Murcia no habría clase la semana que viene decidimos huir. No queríamos vacaciones, queríamos enseñarle algo a los niños, que aprendieran y vivieran una experiencia en medio de toda esta confusión y miseria mental que vivimos. Conseguimos una semana en Atenas en un 5 estrellas debajo de la Acrópolis por menos de lo que nos cuesta vivir aquí, así que compramos. El 31 de agosto, Grecia impuso medidas nuevas, si eres español necesitas un PCR para mayores de 10. No fue una pega, los encargamos en una clínica para tres, Martina es menor. Saqué mis manuales de escultura griega de Paolo Moreno y los libros de mitología para ir de santuario en santuario enseñándoles maravillas sin cuentos a los críos en un país sin mascarillas. Íbamos a escaparnos a Meteora a ver los monasterios, íbamos a buscar un barquito en el Pireo, íbamos, íbamos... Hace una hora han cancelado el vuelo. Iba vacío. Nos devolvieron la pasta mientras seguíamos estupefactos los correos de la agencia. El resto de países ya ni dan la opción de comprar el billete desde España. Nuestro aislamiento es mucho mayor de lo que pensamos y no hay nada que hacer. Si el avión sale y no llevas la PCR te deportarán, en muchos países te hacen pasar cuarentena...

Todo me recordaba a la fuga de la tierra en 'Crónicas Marcianas' de Ray Bradbury. La distopía como normalidad, o la pregunta del momento, ¿cómo ha conseguido la serie 'Black Mirror' que la vida se haya convertido en uno de sus capítulos? Si ni siquiera la configuración del tiempo es la de antes, ¿cómo van a seguir siendo los niños igual? Todo va a salir regulín.

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