Un programa de jóvenes talentos nos muestra a un niño con tirantes y bata de cola. Si era un ferviente deseo del niño, maravilloso. Si los padres le dan el gusto, lo mismo. Pero llegados a este punto siempre siento la misma contradicción en mi interior cuando veo a alguien tan joven exhibido en un escenario y en esta ocasión con una reivindicación tan viva. ¿Pero qué reivindica exactamente el joven Alex? A mi no me ha quedado claro tras ver su actuación (y tragarme los cinco anuncios que te obliga la plataforma de Tele 5).
¿Reivindica que cualquiera puede llevar falda o bata de cola? Creo que muchos lo hicieron antes. La falda es la prenda masculina en Escocia y bailaores flamencos en bata de cola llevan ya una década sobre los escenarios ¿Reivindica que es un niño que se siente niña? ¿O que se siente niño por arriba con sus tirantes azules y niña por abajo con su azulado atuendo de cintura para abajo? No me queda nada claro, salvo la fuerza de una imagen que nos llama poderosamente la atención, porque es un chaval de 10 años quien luce semejante atuendo. Y aquí veo una descarada instrumentalización de la infancia.
Volvemos a la detestable moda de la hípersexualización de la infancia
Ante esta espectacular puesta en escena sólo me cabe felicitar a su ideólogo porque ha dado mucho que hablar en las redes sociales, pero me chirría lo demás. Me cuestiono el fondo, la razón última de esta escenificación de la precocidad de un niño de 10 años que canta a su amante de abril y mayo, al moreno de su querer. Volvemos a la detestable moda de la hípersexualización de la infancia y me chirrría, sobre todo, porque desconozco en el fondo toda la verdad de Alex que, sin duda, exhibe un talento enorme y derrocha personalidad.
El fenómeno de los niños artistas es algo que he visto con desconfianza, porque nunca sabemos hasta qué punto lo hacen por pura pasión y divertimento. Desconocemos su día a día y desconocemos qué padres o tutores se esconden tras ellos. Padres que monetizan el talento de jóvenes ídolos que robarán horas a los estudios, a la diversión, a su mundo real para pulir ese talento en ciernes. Un enorme trabajo se esconde tras la actuación impecable del joven Alex.
Por tanto, siempre albergo la misma duda acerca del niño prodigio. ¿Cómo llegará a la edad adulta? ¿Será feliz en el futuro, o renegará de su pasado como le ocurrió a la maravillosa Pepa Flores? ¿Se sentirá como un juguete roto cuando ya no parezca tan llamativo una vez que haya perdido el lustre infantil? ¿La imagen de los tirantes y la bata de cola nos resultaría tan poderosamente llamativa si la luciese un atractivo adulto de, pongamos, unos 23 años?
Soy la primera que defiende a las minorías, al colectivo gay, a quienes viven con una disforia de género. La primera que defiende la libertad de las personas y las campañas en su defensa, pero creo que esta actuación es solo eso y el joven Alex ni se imaginaba la que se iba a montar. Por tanto, yo defiendo su libertad antes que la de los productores del show y la de sus padres y de todos los tuiteros que le convirtieron en símbolo de no sabemos muy bien qué.