La ministra coherente
Una de las cosas más falsas que he leído sobre los plutócratas progres es que «tienen dos varas de medir» cuando hacen cualquier diagnóstico, una para ellos y otra para los demás. No es así. Tienen una única vara de medir (las costillas) al Pueblo llano; sin embargo para ellos no hay medida, y por lo tanto tampoco existe vara alguna. Quedan exentos. Pueden ser malvados, pero no incoherentes.
La señora ministra de Educación Celáa, por poner. Un ejemplar paradigmático de exenta. Rica por su casa, mimada con algodonoso palacete, aristócrata sin título, educada pese a su muy escaso nivel en un refinado colegio católico concertado, desea para los hijos del Pueblo, con su 'Ley Celáa', lo que ella no tuvo, una educación pública atroz, la peor posible que quepa en cabeza humana, la que no se tragarían ni los perros. El objetivo está perfectamente claro y, como buena plutócrata progre, Celáa es completamente coherente con sus ideas. Si no existiese Pueblo completamente ignaro y adoctrinado en todo aquello que lo mantiene a salvo de la libertad de pensamiento tampoco estaría ella nada menos que de ministra del Reino de España.
Nunca como hoy la calidad intelectual (quiero pensar que no moral) de los políticos ha representado tan fielmente a la sociedad española. Calculen la calidad intelectual de políticos que habrá en el futuro. En la política se decía antes, cuando un partido ganaba con tan abrumadora mayoría que daba igual el candidato, que «pones a una escoba de primera de la lista y sale». Dentro de una generación nos irá mejor, en términos intelectuales y morales, si sale de primera de la lista una escoba.
En realidad la plutocracia progresista que gobierna pero sobre todo manda (siguen mandando cuando no gobiernan) no hace más que perpetuar el clásico sistema de castas. En la India las castas tienen un componente de superstición religiosa, en Inglaterra se basan en la endogamia, el poder adquisitivo y la educación elitista –que se detecta inmediatamente en la forma de hablar–, y en esta España prerrevolucionaria (resulta que la «revolución pendiente» no era la de la Falange, que se decía en tiempos de Franco, sino, como estamos comprobando, la kirchnerista, al argentino modo) se fundamenta en las ideologías. Si tienes la ideología correcta y la inviertes con una mínima habilidad ya tienes casi todo hecho en la vida. Por contra, si la tienes incorrecta, por muchos méritos que acumules serás siempre un paria. Te tendrás que hacer de perdonar, y aún así jamás te perdonarán.
La ministra de Educación quiere, como todos los que la sustentan, algo muy concreto. Que la ciudadanía pase a ser simple ganado, sacrificable como todo ganado, pero no sin antes pasar por caja, la de votar y la de las perras, para mantenerles para siempre donde están. Qué duda cabe que tienen casi todas las posibilidades de conseguirlo.