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¿Seremos mejores, peores o iguales?

No sé qué pasará al final, lo que sí sé es que depende de cada uno de nosotros. La decisión está en nuestras manos

Martes, 19 de mayo 2020, 00:56

Lo único que tengo casi seguro es que no seremos iguales y no lo digo porque la sociedad no será igual después de esta maldita y chantajista pandemia, sino porque lo vivido tiene tal intensidad, es tan sobrecogedor, que nos está marcando con mucha profundidad, nos está dejando una huella en lo más hondo de nuestros pensamientos y sentimientos, y esa profunda huella influirá considerablemente en el sentido que le demos a nuestra existencia a partir de ahora y, dentro de ese sentido existencial, está el futuro, cómo lo vamos a dibujar o si lo vamos a eliminar y solo nos vamos a centrar en el presente, sin ir más allá de algún proyecto a corto plazo, siendo conscientes de que muchas personas tienen que sobrevivir cada día, como ya ocurre en muchos lugares del mundo. Nuestra vida ha sido tan trastocada, tan rota, tan distinta, tan desconcertante, tan triste que nuestras emociones han sufrido un vuelco, una tormenta de sentimientos e ideas, sin obviar los terribles problemas sociales y familiares. Se van a producir muchos problemas de salud mental y emocional; vemos amistades que hace unos meses sonreían y eran optimistas y ahora muestran unos ojos llenos de tristeza con la mirada perdida, con la única esperanza, tal vez milagro, de que surja alguna vacuna en un periodo corto de tiempo que nos proteja.

No seremos iguales, seremos diferentes, y aquí es donde entra la pregunta: ¿seremos mejores o seremos peores? No quiero responder desde el deseo, ni desde lo especulativo como si el sufrimiento que estamos pasando nos vaya a condicionar de una manera mágica o por generación espontánea en una dirección u otra: ser personas constructivas o destructivas, ser personas solidarias o insolidarias, personas llenas de amor o de odio, personas del bien común o del egoísmo acaparador, personas creadoras de dignidad o personas que violan los derechos humanos, personas que defienden la libertad de todos y todas o personas que encierran la libertad de los demás...

Son encrucijadas, son opciones, son caminos, y cada decisión que tomamos nos indica cómo entendemos la existencia humana, qué modelo de persona queremos ser, que redundan en la pregunta: ¿qué queremos hacer con nuestra vida? ¿Para qué sirve nuestra vida? ¿Cómo entendemos las relaciones humanas y con la naturaleza? Y todas confluyen en: ¿queremos ser mejores personas, solidarias y fraternales, buena gente, o queremos ser personas llenas de desprecio y de concebir a los demás como objetos, como mercancías de usar y tirar, mala gente? Nos podemos dejar arrastrar y dejar llevar por la corriente de aquellas clase sociales pudientes que quieren que todo siga igual y que quieren aprovecharse de estas circunstancias para enriquecerse más, ya hay voces muy interesadas que dicen que hay que bajar impuestos a los que más tienen, abaratar los despidos y bajar los sueldos, ayudar a las grandes empresas y dejar en la estacada a la gente que va a perder el trabajo, a los autónomos y a la pequeña y mediana empresa.

Si soy sincero, no tengo ni idea de cómo saldremos como ciudadanía, porque cada persona tiene que decidir, tiene que reflexionar y optar por un camino u otro. Lo que sí me gustaría es que la balanza se inclinara por intentar ser personas buenas, sensibles, con conciencia social, creadores de humanidad y comprometidos y comprometidas por aliviar el sufrimiento humano, por defender los ecosistemas. Me gustaría que la balanza se inclinara por ser personas de amor, respeto y reconocimiento de la otra persona, venga de donde venga. Me gustaría que la balanza se inclinara por ser personas acogedoras, que ponemos al ser humano y su dignidad en el centro de la organización social, por ser personas de bondad y pacíficas, de encuentro y de reconciliación

No sé qué pasará al final, si habrá una mejor sociedad porque habrá mejores personas, o habrá una sociedad peor porque habrá peores personas, lo que sí sé es que depende de cada uno de nosotros. La decisión está en nuestras manos, en nuestro corazón, de si quiero una sociedad cooperativa, colaborativa, competente, no competitiva, que busca la felicidad y saborear la vida, no consumista ni hedonista, una sociedad que cubre las necesidades básicas de cada persona, no una sociedad de la productividad y el crecimiento absurdo. Tenemos que elegir sabiendo que lo que elija la mayoría, aunque sea la opción de ser peores, nos va marcar nuestro rumbo sin aprender nada de lo que estamos viviendo.

Tenemos que elegir, ¿tú que camino eliges?

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