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Mi mascarilla habla por mí

GALERÍA T20 ·

Se han convertido en una forma de distinguir a la población: los de Vox y el resto

Sábado, 13 de junio 2020, 02:34

Todos nos expresamos con el vestir. La ropa que nos ponemos define lo que queremos contar a los demás, nuestras vestiduras son una forma de comunicación. El ejemplo más claro es la corbata, que divide a los hombres en dos grupos. Esta forma de comunicación, como la hablada o la escrita, cambia con el tiempo y la corbata es, de nuevo, el ejemplo. Hace años era un signo de estatus, hoy no, de hecho los tipos más ricos del planeta ya no la llevan, sin embargo sigue transmitiendo seriedad y conservadurismo. Es un signo que, en cualquier caso, ha sido vaciado de contenido porque la mayoría de ladrones que hemos visto desfilar por los juzgados últimamente llevaban corbata. Seguir las modas –o no– es otra forma de comunicar al mundo lo que somos. Aquí hay miles de ejemplos pero algunos son divertidos, como cuando se llevaban los cardados y las hombreras en los 80. También recuerdo cuando, en los 90, muchos chicos salían de noche con corbata y cuando las chicas del PP llevaban americanas amarillas. Hay una necesidad de definición que hace que los jóvenes de izquierda lleven pañuelos palestinos, los hípsters barbas con bigotes puntiagudos y los de extrema derecha... barbas con bigotes puntiagudos.

Siempre he utilizado las camisetas para expresarme. Cuando tenía 15 años eran grupos punkis, luego tuve una época garajera y de ahí pasé a escribir lemas en las camisetas. Hoy, que soy 'viejoven', sigo expresándome con las camisetas, ya sea para decir qué música escucho o para contar que estuve en Nueva York o que voto al Frente Judaico Popular. Mis amigos saben que se me regala discos, libros o camisetas. A veces tengo la sensación de que sigo en 1989 esperando que llegue el Discoplay.

Las mascarillas han irrumpido en nuestra vida hace tres meses y ya tienen una historia propia. Parece que las hemos llevado estos tres meses pero hace no tanto eran un objeto buscado. El Gobierno las compraba en China a precio de oro y había un mercado negro que pasó a redes sociales, vendiéndolas a 15 euros. Mi cuñado Julio, que es más grande que Barcelona, le compró a mis hijos unas con dibujitos cuando no había forma de conseguirlas. De la total carestía hemos pasado a regalarlas en las salas de exposiciones y centros oficiales. En los supermercados se venden a 65 céntimos.

Hoy, que soy 'viejoven', sigo expresándome con las camisetas... Mis amigos saben que se me regala discos, libros o camisetas

Con una agilidad propia de Steve Bannon, Vox se presentó desde el principio con unas mascarillas verde militar con la bandera de España. Solo una vez en mi vida he coincidido con alguien tan conservador como José Manuel de Prada y ha sido en la preocupación por la forma en que estamos banalizando la bandera a base de sobreutilizarla política y gratuitamente hasta acabar vaciándola de su poder simbólico. El caso es que Vox lo petó con las mascarillas, alguien se puso a fabricarlas y en la calle los acólitos se identifican gracias a ellas. Es una mala estrategia. La razón es que esa definición frontal, en la fachada que es nuestra cara, delimitará quién nos trata y quién no, y la forma en que se nos trata, claro. Por ejemplo, si uno está trabajando en un bar y la lleva puede que haya gente que se sienta molesta y no vuelva. Ir por la calle todo el tiempo con esas mascarillas es exponer algo que no todos queremos conocer, y es a quién votas. Es lícito, claro, de hecho deben estar muy orgullosos de su partido pero esas mascarillas, un elemento sanitario, se han convertido en una forma de distinguir a la población: los de Vox y el resto. Lo curioso es que la idea, con bastante retraso, ha calado y ya he visto mascarillas de tela azules con la bandera utilizadas por el PP y otras entre rojo y magenta por los del PSOE.

Es una lógica interesante, la de convertir la mascarilla en una bandera política. Extraña pero interesante. Demuestra por una parte que hoy mandan los publicistas, que la comunicación es todo porque muy pocos leerán el artículo pero todos verán la fotografía y la mascarilla identifica al portador políticamente: una mascarilla verde con una bandera española es un anuncio gratuito de Vox.

Cuando trabajaba en los 2000 siempre miraba los zapatos y el reloj de mi interlocutor. No solo la marca, era importante si los llevaba limpios o no, y en el reloj se podía fallar si el otro llevaba un Swatch, que son buenos, bonitos y baratos. Hoy poca gente lleva reloj, todos miran el móvil para ver la hora y las zapatillas de deporte son utilizadas por casi todo el mundo. Hoy hay que mirar el móvil y la marca de las zapatillas, son tiempos nuevos, pero sobre todo hay que mirar la mascarilla, que es como los españoles hemos decidido expresarnos. Yo, por mi parte, he vuelto con ella a la raya diplomática gracias a una que me ha hecho Sonia Navarro y cuando salgo a la calle con ella es como cuando estreno unos Todd's. Nuevos tiempos, nuevos complementos.

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