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Vivimos en un mundo en activa transformación social. Aunque la brecha digital persiste y algunas colectividades no tienen acceso adecuado a las nuevas tecnologías o ... exhiben dificultades para su utilización, en la sociedad de la información y del conocimiento el despliege de dispositivos móviles está consiguiendo que también los adultos mayores puedan aprovecharse de sus beneficios. La generación y transmisión de la información como motor de desarrollo económico, humano y social, no es únicamente un factor de riqueza de las empresas o de los gobiernos de las naciones, su aplicación acelerada cambia la vida de todas las personas. En 2025, en España, las personas mayores de 65 años constituyen el 20,7% de la población y la mayor parte de ellas no pierde ripio. Los adultos mayores han vencido la comodidad, el inmovilismo, la pereza, la resistencia al cambio y la terquedad, han cambiado su mentalidad y se han adaptado a los nuevos tiempos.
Considerando que existen cuatro etapas de adultos mayores: 1) jubilación; 2) vejez temprana; 3) vejez intermedia y 4) vejez avanzada, en las dos primeras etapas encontramos mujeres y hombres activos, formados y con ganas de vivir la vida y con ansias de interiorizar la tecnología para mejorar su calidad de vida. Nuestros mayores utilizan el móvil y los dispositivos digitales. En ocasiones preguntan acá y acullá, o a sus nietos, para actualizarse porque la tecnología avanza en progresión geométrica y las aplicaciones se renuevan cada día. Pero, lejos de desesperarse, se instruyen de nuevo. En reciprocidad, merced a la tecnología, alimentan su curiosidad, obtienen recompensas emocionales positivas con nuevas oportunidades de aprendizaje y sus cerebros plásticos crean conexiones que aumentan la reserva tecnológica. Esto se erige como un medio de salvación, ya que se incentiva la reserva cognitiva traduciéndose en poder soportar la disminución de las capacidades mentales propias de la edad sin síntomas y sin alterar su calidad de vida.
En ese sentido, investigadores de Texas han publicado en 'Nature Human Behavior' cómo, independientemente de factores socioeconómicos, demográficos o de estilo de vida, la utilización de medios digitales a lo largo de la vida aumenta la reserva tecnológica disminuyendo un 58% el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo. El estudio se realizó en más de 400.000 personas con una media de edad de 69 años, etapa vital en la que suelen debutar los síntomas de demencia. Todas esas personas eran nómadas digitales, no nativos digitales, y aprendieron a manejar la tecnología cuando ya eran adultos.
Aunque estos optimistas resultados no infieran causalidad directa, sí abren puertas a la esperanza entendiendo que, en personas maduras, las nuevas tecnologías no son negativas para la función cerebral y que el utilizar dispositivos digitales no provoca necesariamente pereza cerebral que acelere la pérdida de conexiones neuronales. Por ello, los andamios que sustentan la teoría de que la tecnología acelera la demencia digital son cada vez más débiles y las corrientes que limitan el uso de tecnologías digitales para preservar el funcionamiento cerebral no se mantienen para poblaciones maduras. Bien al contrario hay que adaptar la tecnología y democratizarla para los adultos mayores. Otra cuestión es en jóvenes adolescentes de las generaciones Z y Alfa, con cerebros todavía en efervescencia y en desarrollo, que independientemente de que caigan o no en la adicción, entran en embotamiento mental desarrollando cerebros podridos ('brain rot'), término que la Universidad de Oxford proclamó como palabra del año 2024.
La realidad social actual profundiza sobre las ventajas que brindan los medios digitales a las personas mayores. Este colectivo que utiliza el móvil o la 'tablet' para jugar, también consigue autonomía para pasear con tranquilidad y seguridad con la ayuda del GPS, lo que promociona vidas activas, asimismo con él se informan, pueden comentar noticias y le brinda la posibilidad de pensar, de tener una buena agenda que le recuerde los acontecimientos y, sobre todo, le invita a relacionarse con otras personas, incluso por videoconferencia, combatiendo la soledad, una de las lacras de las sociedades industrializadas que, 'per se', acelera el deterioro cognitivo.
Evitemos sucumbir a las ideas catastrofistas sobre la invasión de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana. Esas críticas al progreso, en el fondo, son un síntoma de conformismo y de inacción. De hecho, aunque los resultados del estudio de los investigadores texanos no preconizan causalidad absoluta, sus hallazgos, y muchos otros, demuestran que la alfabetización digital de los adultos mayores es no solo positiva, sino altamente recomendable. Tecnología y longevidad es un tándem saludable y apremiante.
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