De la sobremesa al tardeo
Se comparten alegrías y penas, se celebra la vida en comunidad, se tejen relaciones humanas duraderas y sólidas
En los últimos años, el tardeo ha arraigado con fuerza como costumbre social en nuestro entorno. Esta tendencia prolonga aperitivos y comidas durante un largo ... atardecer, en un ambiente distendido y festivo. El clima cálido favorece el disfrute de grupos de amigos al aire libre en calles y terrazas. Aunque el tardeo suele reservarse para días especiales, festivos o fines de semana, su esencia conecta de manera natural con una tradición aún más profunda en nuestra cultura, la sobremesa, un hábito que trasciende la simple acción de comer y que representa uno de los pilares de nuestra convivencia.
La sobremesa convierte la comida, o la cena, en un espacio de encuentro. El arte de alargar el tiempo compartido, donde, además de degustar platos, se comparten historias. Un momento que simboliza la conexión social, un remanso de calma creando un ambiente de cercanía y conexión, en el que las risas resuenan con mayor eco, fluyen naturales las confidencias, anécdotas, recuerdos felices, actualizaciones personales... No falta tampoco en celebraciones familiares el inevitable 'cuñadismo', con afirmaciones categóricas sobre cualquier tema, siempre bajo la admonición de una norma tácita, evitar discusiones sobre política y fútbol, para preservar la armonía, mientras se saborea un café, infusiones digestivas, algún licor o dulces típicos. Sin embargo, esta sobremesa como ritual de convivencia, cardinal en la cohesión social, es cada vez más infrecuente, desplazada por el ritmo acelerado y los horarios fragmentados de la vida moderna, que dificultan esos momentos donde se fortalecen vínculos entre generaciones. Un gesto fugaz antes de que cada comensal retome sus obligaciones. Padres, hijos, amigos y colegas se reunían —y deberían seguir reuniéndose— sin distracciones externas, en el que se presta más atención no tanto a lo que hay sobre la mesa, sino a quienes están sentados a su alrededor.
Diversos estudios han constatado que comer en grupo fortalece los lazos sociales, mejora el bienestar emocional y puede fomentar hábitos alimentarios más saludables. Incluso desde un punto de vista fisiológico, es beneficiosa una digestión pausada, al permitir que el cuerpo active su proceso digestivo de forma más eficiente, evitando la pesadez e hinchazón tan frecuente en las comidas apresuradas. El reposo relativo tras la ingesta facilita la absorción óptima de nutrientes y contribuye a regular los niveles de glucosa en sangre. Además, la tradición de acompañar este momento con infusiones digestivas o frutas frescas añade un beneficio adicional para el bienestar gastrointestinal.
Diversos estudios constatan que comer en grupo fortalece los lazos sociales, mejora el bienestar emocional
La calidad de la sobremesa ha sido recientemente incorporada en la nueva pirámide del estilo de vida mediterráneo, que contempla esta dimensión social como el auténtico ingrediente secreto de su celebérrima dieta. Y que trasciende la simple enumeración de alimentos frescos, futas y verduras y aceite de oliva, donde se reconoce que la salud no depende únicamente de los productos ingeridos, sino también del contexto en el que se disfruta de estos. De los aspectos sociales y emocionales del acto de comer, de disfrutar sin prisas, saborear con atención y compartir en buena compañía, un valor intangible pero real para nuestra salud. En este contexto la sobremesa emerge como componente intrínseco y valioso en el que no solo se digieren los alimentos, sino también las experiencias y los afectos compartidos, con la idea de que no solo nutrir el cuerpo, también el espíritu.
En una sociedad marcada por el ritmo vertiginoso, dominada por la aceleración y la hiperconectividad, preservar estos oasis de calma es una forma de recordar que la verdadera riqueza está en la calidad de los momentos compartidos. La sobremesa educa en la paciencia y en el goce del presente, en un ritual que fomenta el contacto humano, la conversación cara a cara, la conexión auténtica, frente a la soledad y el aislamiento, favoreciendo la comunicación, la escucha activa, la empatía. Se comparten alegrías y penas, se celebra la vida en comunidad, se tejen relaciones humanas duraderas y sólidas. La sobremesa –y su variante urbana, el tardeo– nos invitan a prolongar el placer de la buena compañía y a redescubrir la riqueza de las pequeñas cosas cotidianas. No se reduce a una costumbre ligada a nuestra forma de comer acompañados, sino un símbolo de una forma de vida relajada, pausada y consciente. Como cemento social la genuina sobremesa mediterránea, con su, en ocasiones, sucedáneo del tardeo, es un faro de sabiduría y amistad. En estas tradiciones que nos enriquecen como seres humanos, es una identidad que sobrepasa los valores de pura alimentación, arraigada en la tradición, entrelazada con la cultura y la sociabilidad, una forma de vivir y estar con los demás, reunidos en torno a la mesa, en una conexión humana tan importante para nuestro bienestar.
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