Manda 'güevos'
ALGO QUE DECIR ·
A ninguno, seamos sinceros, nos haría ni puñetera gracia encontrarnos nuestra vivienda ocupada por personas extrañasEntrar a vivir sin permiso en una casa ajena y ocuparla en virtud de un hipotético derecho absolutamente ilegítimo no me ha parecido nunca que sea una reivindicación de izquierdas ni nada que se le parezca, porque el derecho a la vivienda es una cosa bien distinta y no entra en conflicto en ningún caso con la propiedad de cada uno, igual da que tengamos una casa o mil casas. Un hombre honrado, y así me enseñaron a serlo mi padre y mis abuelos, no quiere lo que les pertenece a otros porque está acostumbrado a ganarse la vida con el sudor de su frente, y esto último no tiene ideología alguna ni precisa que ningún partido político lo añada a su programa de gobierno.
Se trata tan solo de una más de las muchas zarandajas, falsas por supuesto, que la izquierda ha ido incorporando a su rumbo cada vez más desorientado y errático. Seamos serios y cuidémonos de que siga habiendo una necesaria cobertura social sin abusos para que los beneficios reviertan en todos, luchemos por evitar la corrupción, por dar ejemplo al resto de los partidos, por sostener la bandera de la limpieza y de la honradez, amparemos al que más lo necesita pero exijámosle a cambio que ponga de su parte y contribuya a la comunidad también con ese gesto tan solidario de los impuestos en los que todos debemos colaborar sin ningún recelo; trabajemos cada cual en el oficio que hemos elegido con honestidad y sin remilgos y con la conciencia de que estamos trabajando para todos, también para los que no tienen casa y que con su esfuerzo y con un esfuerzo del mercado, terminarán por ocupar una con la dignidad que merecen.
Justificar la usurpación y el expolio no puede beneficiar más que a unos pocos habituados al pillaje que han confundido siempre la justicia social, la libertad y la igualdad de oportunidades con la barbarie, el caos y el abuso. Eso no es ni ha sido de izquierdas como no lo ha sido el nacionalismo, salvo cuando se luchaba contra los grandes imperios centralistas.
La prisa, la escasez de reflexión, la incultura y la ausencia de autoridad política podrían llevarnos a un callejón sin salida, a una idea absurda que nada tiene que ver con la realidad. Hay otros caminos para exigir una vivienda digna. Pasaron los tiempos en que la posesión de una casa de cierto nivel despertaba las sospechas de todos nosotros, porque hoy sabemos que las hipotecas han obrado milagros y, a veces también, justo es reconocerlo, nos han traído la ruina. Empecemos por pedir un trabajo justo, unos derechos genuinos, unas oportunidades para desarrollar nuestras iniciativas. Pidamos más becas y matrículas universitarias más baratas, inversión en ciencia y tecnología; pidamos trabajos de calidad y correspondamos en la justa medida llevándolos a cabo con eficacia, competencia y rigor, en cualquier parte, junto a una pizarra en un aula, en el tajo de una cosecha que debemos recolectar o al frente de un consejo de administración. Todos somos imprescindibles, desde el dueño de Inditex hasta el hombre que recoge la basura con la seriedad de un cirujano y al que saludo cada día porque somos vecinos, nos conocemos y nos respetamos.
Pero a ninguno de nosotros, seamos sinceros, nos haría ni puñetera gracia volver de las vacaciones, del trabajo o de la visita semanal a nuestros padres y encontrarnos nuestra vivienda ocupada por personas extrañas que, encima, nos retan a denunciarlos en una comisaria con el cinismo y la desvergüenza de unos desalmados que se creen en la posesión del planeta y de todo lo creado.
¡Manda 'güevos'!