Stephen King, el terror de lo ordinario
Stephen King teme a las alcantarillas, los espacios cerrados, los funerales, las arañas, al número 13, pero, sobre todo, teme a esa delgada línea que ... separa el bien del mal. Y teme a los fans enloquecidos. De ahí surgió 'Misery'. Durante una época se temió a sí mismo. Los diez años que anduvo presa del alcohol y la coca. Hasta tal punto, que no recuerda haber escrito 'Cujo'. Años que dieron como resultado uno de sus personajes más siniestros: Jack Torrance, ese autor enloquecido de 'El Resplandor'.
King es un maestro de la narración, lleno de las manías que persiguen a los grandes escritores. De joven estuvo obsesionado con Charlie Starkweather, un asesino adolescente.Es el segundo hijo de un matrimonio que acabó abruptamente. El padre se marchó a comprar tabaco y nunca más regresó. El hermano mayor de nuestro mago del terror es adoptado porque el matrimonio no lograba concebir. King llegó de sorpresa. Como su propia horfandad.
Nellie, su madre, tenía hasta cuatro trabajos. Aun así, no lograban escapar de una magnífica pobreza. Vivían en una casa sin tuberías y los inviernos eran terribles. Nada de agua caliente ni calefacción. Los hermanos King se contaban historias el uno al otro para pasar el rato. La ficción era su niñera.
En Durham (Maine) Stephen construyó sus recuerdos de infancia y ese grupo de amigos retratados en tantas de sus historias. Presenció como uno de ellos fue arrollado por un tren y, atención, trabajó como excavador de tumbas.
En 1960, el joven King descubre en casa de la abuela un baúl con cartas de editoriales dirigidas al padre huido. Le aseguraban que tenía talento. Nellie le explicó: así era tu padre. Nunca fue capaz de ser constante en nada. Stephen ya escribía historias para un fanzine que creó su hermano. Vendían los ejemplares en el colegio hasta que los profesores les cerraron el negocio.
King fue un adolescente desgarbado, patoso, muy miope y, sin embargo, enormemente popular. Con grandes dificultades estudió en la Universidad de Maine. Allí conoció a la que fue su mujer: Tabitha. «Era muy pobre. Siempre iba en chanclas». Escribía la columna 'El camión de la basura de King'.
Se enamoraron, tuvieron a su primer hijo y luego se casaron. A pesar de su título, la joven familia apenas sobrevivía. Habitaban en una caravana 'doble ancho' y King trabajaba como profesor de inglés y ¡en una lavandería! Su pesadilla era repetir la vida de su madre.
Conocer a Bill Thomson fue proverbial. Era uno de los editores de Dobuleday. Por aquel entonces, King escribía relatos para revistas de chicas. Apareció 'Carrie'. Una novela que tiró a la basura porque concluyó que no tenía ni idea de mujeres adolescentes. El mazo considerable de papel fue rescatado de la basura por Tabitha. Ahí comenzó su historia como autor de éxito. El primer cheque de adelanto fue de 2.500 dólares. Una fortuna.
Atropello
King es tan prolífico que durante una temporada tuvo que escribir con el seudónimo Richard Bachman para no saturar el mercado con más de dos novelas al año. Hay dos episodios importantes de su vida. Un camión casi atropella a su hijo. En esa misma carretera peligrosa matan al gatito de la familia. Nace 'Pet sematery'. Confiesa King que tuvo la novela oculta durante años en un cajón, le parecía siniestro que el niño fallecido regresase de entre los muertos, convertido en algo maligno. Pero a la gente le gustó, 'so, fuck you'.
El otro episodio es cuando atropellan al propio Stephen King en 1999. La cadera se hace añicos. Apenas resistía sentado más de 40 minutos al día. En esas condiciones era complicado escribir. King ha vivido en Maine casi toda su vida, donde compró una impresionante casa victoriana con piscina cubierta.
Nada que ver con el chamizo sin tuberías de su infancia. Si las cuentas no fallan, ha publicado hasta el momento 64 novelas y 11 colecciones de relatos y novelas cortas. Lo vemos en innumerables cameos como personaje de películas basadas en sus historias. El buen humor de Nellie, su madre, su sentido de la disciplina y del trabajo hicieron grande a King. Un gigante al que aún desprecian los defensores de la 'alta literatura'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión