Plástico al dente, en el menú del día

Y si no te gusta un color, puedes elegir otro

Viernes, 5 de abril 2019, 01:10

Tenía que pasar antes o después. Cuando apareció el plexiglás con el que estaba hecho el bolso de Gilda -interpretada por Rita Hayworth- como antecedente de lo que se nos vendría encima, ¿quién se imaginaba que, algún día, casi todo en este mundo sería de plástico? Los envases, la ropa, los zapatos, los juguetes, los coches o los libros. Pero lo más impensable de todo era que nos lo tendríamos que comer. Y para los exquisitos: al dente.

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-¡Válgame San Válgame! Me deja usted plastificado.

A ver. Así son las cosas. No es que uno le diga a su mujer: 'Nena. Hazme una tortillica de plástico para cenar'. Eso llegará algún día, si se demuestra que un guante de plástico, frito o pasado por agua, resulta de lo más nutritivo. De momento, los científicos han analizado la caca de siete individuos de países distintos. Y en todicas esas muestras han aparecido restos de material plástico.

Como los mares son basurero de plásticos, los pobres peces se los zampan creyendo que son comida. Y visto que nosotros no hemos dejado de tomar pescaíto, ni marisquito, pues eso. Esto no lo digo yo, que soy un don nadie. Lo dice nada menos que Philipp Schwabl, hepatólogo en la Universidad de Viena, que es quien llevó a cabo el desagradable experimento de analizar esas siete mierdas de distinta procedencia. Y gracias a eso hemos sabido que se encontraron, en los intestinos de estos sujetos, entre dieciocho y ciento setenta y dos partículas diferentes de residuos plásticos. Todo eso por solo cada diez gramos de heces.

Esto es para que se vea que, en este mundo traidor, lo que se nos presentó como algo beneficioso para la Humanidad, resulta ser a la postre un perjuicio tremendo. Porque, claro, encontrarse un buen día (en tiempos del Marter Chef y tantas delicatesen) con la pésima nueva de que estamos echándonos a la andorga insulsas bolsas de plástico, pues ya me dirás cómo se te pone el cuerpo.

-¡Hombre! El cuerpo se te pone que no quiera usted saber. Porque, ahora mismo, todavía ignoramos qué daños concretos se le ocasionarán a nuestro delicado organismo.

Y todo por nuestra mala cabeza.

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