De la pasarela al mar

No es de extrañar que nos ocurra esto. Llevamos ya mucho tiempo en que la Región entera (incluso más allá, por lo que el pequeño mar tiene de patrimonio universal) ha estado pendiente de esta agonía que, al final, no se sabe bien en qué acabará. Se dice que el problema es ahora menos grave. No digo ya a simple vista, aunque parece que también, sino en lo que se refiere a esos componentes que son básicos para que un fenómeno natural semejante esté 'en to lo suyo', como se suele decir. O sea, saludable.

Una mejora añadida sería la recuperación de los antiguos balnearios. Fueron desapareciendo a la misma vez que las aguas soportaban la degeneración. Y de pronto surgió la feliz idea de instalarlos nuevamente. No se trata de añadirle al litoral chismes extraños y fuera de lugar. Las pasarelas de madera fueron parte del entorno marinero. Hemos sabido que se está en ello.

En el arco sur del Mar Menor ya funciona, me dicen, el primero de los cinco que están previstos. Lo han construido en Punta Brava, en la zona del Caletón. Otro irá en la urbanización Estrella de Mar. Y tres más en Los Urrutias. Estos balnearios no solo regeneran el entorno (como sucede con el de Los Alcázares) sino que tienen una utilidad a la hora de meterse al baño. Es probable que mejor que empeñase en ir contra natura echando arena en la anillas, sea el balneario la mejor solución para un baño como Dios manda.

Recuerdo que, siendo un chiquillo, usé un balneario no de mar pequeño, sino de mar mayor, como era el del Postiguet, en Alicante. Ya no existe, creo, pero a mí no se me ha ido de la cabeza. Porque es una construcción que, en sí misma, tiene mucho encanto. Aunque donde cae a güevo es en un mar a la medida del hombre, como sucede con este nuestro.