La inocentada había caído en desuso. Desde que murió Franco hasta la llegada de Sánchez (y no lo digo por culpa o mérito de ninguno ... de los dos), los tiempos han cambiado que es una barbaridad. Al menos el humor es otro, suponiendo que ese 'otro' exista. No sé el lector, pero yo al personal no lo veo por la labor. A los niños de hoy en día, cuando menos los que yo he tratado, no les hacen gracia los cómicos de generaciones anteriores. Y hablo de los más famosos.
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–¿De los más famosos niños?
No, señora. De los más famosos cómicos. Les pones a los chiquillos la escena de 'La quimera del oro', en la que Charlot se come una bota y tira del cordón como si fuera un espagueti, y nada.
–¿Qué es nada?
Como el que oye llover. Bajas una miaja el nivel, les pones un poco de lo del Gordo y el Flaco, y de nuevo nada. No es que te digan ni que sí, ni que no. Es que pasan. Se las repampinfla. Como nos ocurría a los de aquí de Murcia antiguamente cuando llovía. Que nos daba igual. Ahora, como no llueve nunca (o solo durante un ratico, pero solo para joder), si cae algo nos ponemos locos de contento.
De lo anterior se deduce que las inocentadas, lo que es a ellos, ni fu, ni fa. Antes de la ya lejana Transición, alguien le colgaba a otro en la espalda un monigote de papel, y se producía un descojone colectivo. Entre la Transición y Sánchez, ese descojone que digo bajó de nivel. Pero, vaya, provocaba al menos una sonrisa. Después de Sánchez, le gastas a alguien esa misma broma, y te meten en la cárcel por delito de odio.
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–O sea que esto es la leche.
¡Pues claro que es la leche! Por eso decía yo de probar con otra cosa. O si queremos seguir igual, pues, vale, se coge la inocentada y se le canta el gori-gori definitivo. Para mucha gente, Groucho Marx y sus hermanicos estarían ahora en galeras.
–Trayendo migrantes, como los llaman post-modernamente.
Pues algo así. Y de la pandemia, no hablemos.
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