Los insectos como menú
La Zarabanda ·
Y pasaremos del rubio trigo a la mosca soldadoYa hemos hablado aquí otras veces de la probabilidad de que, superado el coronavirus, se incluyan los insectos en la dieta diaria. La propuesta no parece que haya despertado grandes entusiasmos.
–Usted que va de listo, dígame una cosa: ¿Qué es mejor: comerse una mosca o comerse los mocos?
Pues me pone el lector en un aprieto. Pero si me insiste, le diré que prefiero los mocos. Mis compañeros en edad (los viejos, vaya) recordarán que, cuando Franco, en los primeros años de la postguerra, nos comíamos aquellos mocos colgantes que bajaban ellos solos, desde las resfriadas narices, hasta desembocar en la boca. No es que nos gustaran, sino que no había chocolate a mano.
Tocante a las moscas, algunas se colaban en las bocas abiertas. Y muchas veces no había forma de escupirlas. Bajaban revoloteando por todo el tubo digestivo y, en llegando al estómago, las mataba al instante el ácido clorhídrico. Y, claro, no les tomábamos el gusto.
Los insectos se consumen bastante en Tailandia. Fue en Bangkok donde este servidor se comió un cociolico de hormigas fritas. Tengo que reconocer que las servían protegidas por un disimulo. O sea, caramelizadas. Así son mucho más llevaderas. Como no parece que la jalanda de insectos esté siendo acogida por la población con excesivo entusiasmo, ahora se viene hablando de la harina de insectos. Lo tiene en estudio la Universidad de Murcia. Y nos dicen que, antes de tres años, estará en los supermercados. Esta molienda tan particular se utilizará para rebozar los alimentos que sean rebozables. Supongo que eso será al principio. Y ya después me imagino que harán pan. Parece ser que se experimenta con la mosca soldado negra. Es un díptero braquícero procedente de América, que se ha instalado muy bien en el sur de Europa.
No sé por qué la llaman mosca soldado. Quizás sea porque es disciplinada como una abeja. No hace ruido cuando vuela, no muerde, no molesta y no transporta ningún tipo de patógeno. Se come todo lo que se le ofrece. Todo esto me hace pensar que se trata de una mosca más civilizada que aquellas de la postguerra, que se engolfaban con las mierdas de los corrales patrios.