El golpe del 81
LA ZARABANDA ·
Aunque para el vicioso de los pronunciamientos, nada como el XIXEsta vez, por culpa de la pandemia, el recuerdo de aquel golpe del que este martes se cumplieron cuarenta años, se me había evaporado de ... la memoria. Menos mal que siempre hay alguien que se acuerda. Personas meticulosas que llevan anotadas la efeméride y nos la sirven, cada año que pasa, como plato de gusto. Para los amigos de rememorar y disfrutar de esta clase de eventos, no hay nada como acercarse al siglo XIX. Hubo tantas y tan sonadas asonadas, por decirlo así, que la gente se las tomaba con la misma naturalidad de quien salía a comprar tabaco.
Cuenta Galdós (que las vivió numerosas) con qué pachorra la gente se tomó, la noche antes, la llegada de la I República, el 11 de febrero de 1873. Escribe así en 'La Desheredada', no sin recordarnos que, en España, el primer paso para la ruina de una causa es su triunfo: «Menudeaban los grupos, [en los aledaños de las Cortes], todos pacíficos. No eran hordas de descamisados, sino bandadas de curiosos. Se oía decir aquí y allí: 'La República, la República', pero sin gritos, ni amenazas. Se hablaba con frialdad de aquella cosa grande y temida. No había entusiasmo, ni embriaguez revolucionaria, ni amenazas. Se le aceptaba como un brebaje de ignorado sabor, del cual no se espera ni salud ni muerte».
Me supongo yo que, en lo tocante al pueblo, esa indiferencia era fruto del hábito. Durante dicha centuria hubo toda clase de golpes. Y no todos retrógrados, sino también progresistas. Muchas calles de Madrid se titulan con nombres de militares que se sublevaron por una cosa o por otra. Incluso por ellos mismos, cuando buscaban mejoras en la paga de la oficialidad. Fueron Espartero, Narváez, O'Donnell, Prim, Martínez Campos, Riego, Torrijos, Diego de León, Serrano y hasta un Milans del Bosh liberal, fíjate, en 1817. Y algunos más.
Me refiero a que, en aquella época, debido a la abundancia, los españoles de a pie estaban más que acostumbrados a los pronunciamientos. Y cuando pasaban cuarenta años, la gente ya no se acordaba, además de tener puesta toda su atención el que tendría lugar al día siguiente.
Quiero decir que somos como somos.
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