Retirarse a tiempo
Si Biden se obstina, en las elecciones de noviembre habrá un desastre. Para Estados Unidos y para el resto del mundo
Un buen amigo, el ilustre historiador Javier Guillamón Álvarez, me ha recordado que, en los últimos años del franquismo, Rafael Calvo Serer publicó un artículo ... con este mismo título. Se refería a la dimisión del general De Gaulle, como presidente de la V República francesa, después de haber perdido un referéndum sobre una reforma de la Constitución. Pero a los dirigentes del régimen franquista no les gustó el dichoso artículo. Pensaron que era una indirecta al general Franco. Y se incrementaron las desgracias que terminaron hundiendo el diario 'Madrid'. A un lector joven le extrañará esta anécdota. Sin embargo, en aquella época se contaba el chiste de que un hombre del régimen le decía a otro también del régimen: «¿qué va a ocurrir en España cuando muera Franco? Porque Franco se tendrá que morir». Y el otro le contestaba: «o no».
Joe Biden tiene ochenta y un años. Ocupa el puesto político más difícil del mundo. Y quiere salir reelegido en las presidenciales de noviembre de este año. Enfrente tiene a otro anciano, de setenta y ocho años, Donald Trump, que es un delincuente condenado; que es sospechoso de haber inducido el asalto al Congreso del 6 de enero de 2021; y que miente con absoluto descaro, aplomo y serenidad... Y que, a pesar de todo esto, cuenta con un sorprendente e incomprensible apoyo popular. Pues bien, ambos, el presidente actual que quiere ser reelegido y el expresidente que quiere volver, se enfrentaron hace poco en un debate televisado a toda la nación que se celebró en Atlanta. Los demócratas de todos los rincones de Estados Unidos sufrieron mucho, porque su candidato quedó muy mal. Joe Biden tuvo lapsus, silencios, frases sin terminar, pérdida del hilo de los razonamientos... Trump no tuvo más que limitarse a contemplar cómo se desmoronaba su adversario.
Todos los norteamericanos admiten que Biden estuvo mal. Y se ha discutido sobre las causas y sobre las consecuencias de este estrepitoso fracaso. No se puede culpar a la vejez. Los dos candidatos son viejos. Sin embargo, a Trump se le vio fresco como una lechuga. Las tonterías que ahora dice son las mismas que está diciendo toda su vida. Lo que ocurre es que cada uno envejece a su manera. Unos envejecen bien, y otros mal. Conozco a personas de más de noventa años que conservan una lucidez y una agilidad mental asombrosa. Y, en cambio, hay otros que eran muy despejados en su madurez, y que con el paso del tiempo se han vuelto torpes. O sea que, como cada uno envejece a su manera, habrá que concluir que el debate de Atlanta lo que ha puesto de manifiesto es que Joe Biden está envejeciendo mal, que ya no es tan listo como años atrás; y que, por el contrario, el anciano Donald Trump, para bien o para mal, sigue siendo el mismo de siempre.
Joe Biden trata de convencer al Partido Demócrata de que lo ocurrido en Atlanta fue un accidente, algo anecdótico y coyuntural; que él normalmente no está torpe, sino que sigue estando en el pleno uso de sus facultades mentales y que, por tanto, quiere seguir siendo candidato a la reelección.
Así pues, lo primero que habría que comprobar es si esto es cierto: si Biden está, o no, en condiciones mentales, no ya para ganarle a Trump las elecciones, sino para seguir siendo presidente de los Estados Unidos. Si se llegase a la conclusión de que no lo está, ¿qué se debe hacer? ¿qué se puede hacer? ¿hay tiempo para hacerlo?
Son muchos los norteamericanos que piensan que Biden ha perdido facultades, y que debería dar un paso al lado y permitir que otro candidato o candidata más joven, y en plena forma, se enfrente a Trump. Se llega a decir que, si Biden es un verdadero patriota, debería entender que el mayor servicio que puede prestar ahora a los Estados Unidos y al mundo occidental sería retirar su candidatura. De no hacerlo, se correría el riesgo real de que ganase Trump. Y ya sabemos lo que esto puede significar para la democracia norteamericana y para los países occidentales.
Todavía habría tiempo para dar a conocer a un nuevo candidato, para confirmar donativos y para, incluso, realizar una buena campaña que le bajase los humos al delirante Trump.
El problema es que Biden no quiere hacerlo. Se ha enrocado en su egoísmo y en su cortedad de miras. Su mujer no quiere convencerlo. Y es poco probable que en la Convención de agosto el Partido Demócrata logre nombrar a otro candidato. Si Biden se obstina, en las elecciones de noviembre habrá un desastre. Para Estados Unidos y para el resto del mundo. La obcecación de Joe Biden la vamos a pagar todos muy cara.
En la Facultad de Derecho de Murcia disfruté del magisterio de excelentes profesores. El catedrático de Derecho Penal D. Marino Barbero Santos nos dijo un día en clase: «El insensato no cree en su propia muerte». Y yo añadiría que tampoco en su decadencia.
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