Remedios y soluciones
Así me parece ·
Llamemos a las cosas por su nombre: en España hay un problema de solidaridad territorialDeberíamos dejarnos de eufemismos. No se trata de que los partidos de derechas reconozcan que España es un Estado plural, en el que, dentro de ... la nación española, conviven diversas nacionalidades. Llamémosle a las cosas por su nombre: en España hay un problema de solidaridad territorial. Una parte de los catalanes quiere que Cataluña deje de ser España. Y una parte de los vascos quiere lo mismo para las Vascongadas. Así de claro.
Es un problema muy grave, pero no es nuevo. Desde el principio de la Transición se vio nítidamente que para los vascos y catalanes la descentralización territorial que suponía el Estado de las autonomías no era un fin en sí mismo, sino un medio, una etapa para alcanzar la independencia, la separación, la ruptura con España. Y, durante muchos decenios, los políticos separatistas de una y otra región han ido reclamando más competencias y más financiación, para ir preparando su configuración soñada como estados independientes, más o menos confederados con el resto de España. Cada partido separatista ha seguido su propio método para conseguir ese fin. Arzallus se refería a ETA diciendo que «unos agitan el árbol y otros recogemos las nueces». Pujol, por su parte, fue más sutil. Se aprovechaba de que los gobiernos centrales estuviesen en minoría para prestarles su apoyo en el Congreso, a cambio de más transferencias y más financiación.
Es conocido que Ortega y Gasset era pesimista en relación al separatismo catalán. Decía que es un problema que no tenía solución, y que los españoles lo teníamos que 'conllevar'. Nuestros políticos actuales parecen imbuidos de este pesimismo orteguiano. Se limitan a poner parches, remedios para ir tirando, cediendo cada vez más en competencias y en financiación, mientras los separatistas siguen avanzando en su camino a la independencia. ¿Cuánto nos va a costar la investidura de Pedro Sánchez? ¿Cederá la gestión de la Seguridad Social a los vascos, rompiendo el principio de caja única?, ¿pactará la amnistía con los delincuentes separatistas catalanes, que están dispuestos a volverlo a hacer? Remedios y parches, que aplazan las verdaderas soluciones y que agravan los problemas.
No quiero incurrir en el arbitrismo, ni en proponer soluciones sencillas para un problema tan complejo como es el de los separatistas vascos y catalanes. Pero no me resigno al pesimismo orteguiano; no me resigno a la 'conllevanza'. Creo que hay soluciones. Difíciles, pero las hay. Es cuestión de inteligencia, decisión y coraje. Permítanme, al respecto, que efectúe algunas reflexiones:
1. Con carácter previo, sobre esta cuestión es imprescindible el entendimiento entre los dos grandes partidos. Que dialoguen y que concluyan que no debe haber diferencia alguna ni en el fin de preservar la unidad y la igualdad de los españoles, ni en los medios para alcanzar este propósito. Procede dialogar. Y entenderse. No es fácil, pero hay que intentarlo. Tendrán que alcanzar juntos el convencimiento de que España necesita una reforma del Título VIII de su Constitución. Y de que esta reforma solo es posible con el entendimiento de los dos grandes partidos.
2. Con el actual sistema electoral, el Gobierno de la nación española depende con demasiada frecuencia de los apoyos de los partidos separatistas. Ya le ocurrió a Aznar. Y a Rodríguez Zapatero. Y a Rajoy, en su segundo y breve mandato. En relación al censo electoral de toda España, el porcentaje de votos de los separatistas catalanes y vascos es minúsculo, y no se corresponde con el número de escaños con que se presentan en el Congreso. Hay que poner remedio a esta falta de proporcionalidad. Modifiquemos el sistema electoral. Establezcamos un sistema de cociente nacional, de modo que se prime a los partidos que obtengan en toda España votos que no hayan servido para obtener escaños en los distritos. Con una mínima reforma electoral, ni los separatistas vascos ni los catalanes volverían en el futuro a condicionar la investidura y la gestión de los Gobiernos de España.
3. Por ahora, no puede ni siquiera hablarse de permitir un referéndum de autodeterminación. Sin embargo, lo que sí se puede hacer es atenuar y corregir la deriva separatista en las sociedades vasca y catalana. En esa reforma de la Constitución, que debe ser pactada por el PP y el PSOE, el Estado debería recuperar las competencias en Educación; para que los niños y jóvenes catalanes y vascos no sigan siendo educados en el odio a España. También, y con el propósito de que no se continúe con la tergiversación de la realidad histórica y económica, el Estado tendría que recuperar la competencia de Cultura y la gestión de los medios públicos de comunicación. Si se hiciera esto, y se hiciera bien, dentro de veinte años el número de separatistas convencidos habría disminuido notablemente. Y la disminución sería tan ostentosa, que ningún partido volvería a plantear la necesidad de celebrar un referéndum.
No digo yo que, coyunturalmente, no haya que aplicar remedios para ir tirando. Lo que digo es que nuestros hombres de Estado deberían estar pensando ya en soluciones de fondo.
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