Los difíciles pactos de Pedro Sánchez
Así me parece ·
Si fracasase la investidura de Feijóo, haría bien el secretario general del PSOE en ir pensando en una repetición de las eleccionesAl PSOE se le venía avisando desde hacía tiempo. El Gobierno de Pedro Sánchez ha tenido innegables aciertos: ha atenuado los peores efectos económicos y ... sociales de las crisis originadas por la pandemia y por la guerra de Ucrania; el mecanismo de los ERTE ha resultado eficaz para impedir el cierre de muchas empresas y el paro y la pobreza de muchos trabajadores; los fondos europeos y la mutualización de la deuda, y la llamada excepción ibérica, por los que luchó Pedro Sánchez, han sido decisivos; la reforma laboral, consensuada con los sindicatos y la CEOE, ha reducido la precariedad de los contratos de trabajo; el Gobierno, incluso, ha logrado serenar el clima político de Cataluña. Pero el Gobierno de Pedro Sánchez ha incurrido también en muchos errores: los indultos a los separatistas catalanes fueron aplaudidos en Cataluña, pero no en el resto de España; no estaba justificada la supresión del delito de sedición, ni la reforma del tipo de la malversación; demasiadas leyes y decretos han tenido la impronta de Podemos y los comunistas... Se le avisó con tiempo al PSOE. Se le dijo que cesara a varios ministros, que rompiera la coalición con Podemos, y que no cediese más ante los separatistas; que, al final, en las urnas, iban a pesar más los errores que los aciertos. Hubo un primer aviso en las autonómicas de Andalucía. Pero Pedro Sánchez no hizo caso. Persistió en sus errores. Y el PSOE fue duramente castigado en las urnas el 28 de mayo. Los socialistas perdieron casi todas las comunidades autónomas en las que gobernaban. Y muchísimos ayuntamientos y diputaciones provinciales.
La noche del 28-M, todos dábamos por muerto a Pedro Sánchez. Era difícil imaginar que el presidente del Gobierno, ante unos resultados electorales tan desastrosos, pudiera renacer de nuevo. Sin embargo, Pedro Sánchez otra vez nos sorprendió. Optó por apostar fuerte. El lunes 29 de mayo se lo jugó todo a una carta: decidió disolver las Cortes y convocar elecciones para el 23 de julio. Los socialistas confiaban en que los pactos autonómicos y locales del PP con Vox terminarían perjudicando a Feijóo.
El PSOE no ganó las elecciones generales. Obtuvo 121 escaños, frente a los 137 del PP. Sin embargo, en Ferraz y en La Moncloa la noche del recuento de votos hubo euforia. Por dos razones: lo habían pasado muy mal; le habían visto las orejas al lobo; se temía el hundimiento electoral, que se hubiera producido de no alcanzar los cien escaños. De este modo, el resultado fue un alivio, un verdadero bálsamo; habían resistido, e incluso habían incrementado un escaño, en contra de lo que pronosticaban casi todas las encuestas. Pero había una segunda razón para la euforia: la suma de votos del PP y de Vox no alcanzaba la mayoría absoluta. El PP lo tendría muy difícil para lograr la investidura.
Sin embargo, una vez pasada la euforia inicial, el panorama que se le plantea a Pedro Sánchez no es ni mucho optimista. Ante todo, ha de esperar a que fracase la investidura de Feijóo, lo cual puede perfectamente no ocurrir. El PP necesita solo cuatro apoyos, o siete abstenciones, para que Núñez Feijóo salga investido presidente del Gobierno el próximo 27 de septiembre. Y Sánchez sabe perfectamente que conseguir esos cuatro apoyos no le va a resultar tan difícil al PP.
Pero, suponiendo que Feijóo efectivamente no consiga la investidura, el PSOE no lo tiene tan fácil como nos dice. La elección por 178 votos de la presidenta del Congreso de los Diputados puede ser tan solo un espejismo. No está garantizado que los de Junts atenúen otra vez sus locuras separatistas, y en otro intervalo lúcido apoyen a Pedro Sánchez. Los socialistas no pueden ocultar que las dificultades para llegar a un pacto de investidura son máximas. Se trata, desde luego, de líneas rojas. El Gobierno de España no puede depender de pactos absolutamente inconstitucionales. La Constitución española no se refiere a la amnistía, pero sí prohíbe expresamente los indultos generales. Sería un fraude de ley intentar conseguir los efectos de un indulto general amparándose en la denominación de una amnistía. Y, desde luego, la Constitución no permite referéndum que atente a uno de sus principios fundamentales, como es la unidad y la integridad del territorio español.
Por otra parte, hay otra dificultad de fondo que deriva de la propia identidad del PSOE. Durante la pasada legislatura, los pactos con Podemos y con los comunistas han conmocionado los cimientos ideológicos de los socialistas. Y en las agrupaciones socialistas hay un malestar generalizado. Se reclama que el PSOE vuelva a sus esencias. Para conseguir el poder, no se puede pagar el precio de perder la propia identidad.
Así que Pedro Sánchez lo tiene difícil. Yo creo que, si fracasase la investidura de Feijóo, haría bien el secretario general del PSOE en ir pensando en una repetición de las elecciones generales. Posiblemente, todos saldríamos ganando.
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