Congreso nacional
Tal y como están las cosas, si Feijóo quiere gobernar España, tendrá que hacerlo con el apoyo de Vox. Y esto sí que es realmente preocupante
El PP ha convocado su Congreso Nacional para primeros de julio. Se trata del órgano supremo, con plenas competencias para resolver cualquier cuestión que afecte ... al partido. Algunos observadores son escépticos: piensan que nada importante se va a decidir en ese cónclave. Otros, por el contrario, esperan mucho. Desde fuera, es muy difícil predecir. Pero el análisis de la situación permite efectuar algunas conjeturas:
1. Una de las competencias del Congreso es elegir al presidente nacional del partido y al Comité Ejecutivo. Algún dirigente socialista, con cierta retranca, ante la convocatoria del Congreso, ha dicho: «Tenemos Pedro Sánchez para rato; y Feijóo, hasta los sanfermines». Esta maldad nace de la estrategia de defensa del PSOE. Ante los permanentes ataques dialécticos del PP, ahora a los del PSOE les ha dado por decir que en el PP no manda Feijóo; que quien realmente manda en la sombra es Aznar; y que detrás de Isabel Díaz Ayuso está el mismo Aznar, que, tarde o temprano, intentará poner a la lideresa de Madrid en la presidencia nacional del partido. De ahí la expresión de Pedro Sánchez en un reciente debate en el hemiciclo: «¡Qué pena, Sr. Feijóo, venir de Galicia para ser gobernado desde un ático de Chamberí¡».
Sin embargo, en mi opinión los socialistas se equivocan. Quien manda en el PP es Feijóo. Y tenemos Feijóo para rato. Al menos, hasta las próximas elecciones generales. Ahora bien, si tras esos comicios no lograse Feijóo llegar a La Moncloa, nadie en el partido puede asegurar que no se desempolvarán las navajas de Albacete, y que el PP no buscará un nuevo líder. Esto sería hasta lógico. Y, en estas circunstancias, Isabel Díaz Ayuso tendría muchas posibilidades de ser la presidenta del partido. Pero en este Congreso Nacional, no.
2. Otro debate importante en ese Congreso será el de Estatutos. Se está cuestionando el sistema de primarias. Durante estos últimos años se han hecho esfuerzos para profundizar en la democracia interna. Las primarias para elegir al líder, o a los miembros de los comités ejecutivos, en sus distintos ámbitos territoriales, tienen sus ventajas. Se ofrece al afiliado la posibilidad de participar en importantes decisiones internas. Son, sin duda, un gran avance democrático. Sin embargo, también tienen sus inconvenientes. Por un lado, se abren heridas difíciles de cerrar y cicatrizar. Los que toman partido abiertamente por un candidato, corren el riesgo de que, si su candidato no gana, queden marginados y condenados al ostracismo por el líder al que no apoyó. Las primarias causan muchas víctimas. Quienes las han sufrido, lo saben. El panorama político se llena de aspirantes frustrados, de cesantes y de políticos mendicantes que pululan como almas en pena, en torno a una cúpula del partido que no les hace caso. Pero, además, las primarias no logran suscitar precisamente el entusiasmo de los afiliados, que terminan dejando de participar. La gente que no vive de la política, aunque sean afiliados, están en otras cosas. Y prefieren que los políticos profesionales resuelvan sus asuntos, sin que los usen a ellos como marionetas o como escudos humanos.
3. Un Congreso Nacional también sirve para reafirmar la identidad del partido. Los principios ideológicos definen la identidad de un partido, y constituyen el vínculo esencial de afinidad entre dirigentes, afiliados y electores. Si un partido se aleja de sus principios, se origina una fuerte convulsión interna y una profunda fractura, que suele determinar la desafección de muchos votantes habituales.
El PP cumplirá dentro de poco cincuenta años. A lo largo de su historia, ha habido muchos debates ideológicos. Y creo que su pensamiento político debe considerarse consolidado. Desde hace muchos años, el PP se define como un partido liberal-conservador, que asume además los principios de la democracia cristiana. No se trata de una pluralidad de ideologías mal sumadas, sino de una única ideología plural que identifica al partido con un amplio sector de la sociedad española. El que vota al PP no es que sea sólo liberal, o conservador, o demócrata cristiano. Es todas estas cosas a la vez, que no son incompatibles sino complementarias. Dado, pues, este amplio espectro ideológico, tan consolidado a través de muchos congresos, no creo que haya que discutir ninguno de sus puntos al debatir ahora una ponencia política.
4. Ahora bien, lo que sí que habrá que debatir en ese cónclave es la estrategia a seguir en los próximos años. Porque resulta, que pese a los esfuerzos cotidianos de Feijóo y de su equipo, las encuestas no le atribuyen ni mucho menos la mayoría absoluta. Tal y como están las cosas, si Feijóo quiere gobernar España, tendrá que hacerlo con el apoyo de Vox. Y esto sí que es realmente preocupante. A nivel autonómico y municipal, ha habido pactos. ¿Tras unas elecciones generales ocurrirá lo mismo? Esto debería aclararse.
Y también debería aclararse si la estrategia política que está siguiendo el PP es la adecuada para convencer a más votantes de Cataluña y del País Vasco.
Verdaderamente, vistas así las cosas, ese Congreso Nacional del PP podría llegar a ser muy interesante.
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