La alternativa
La censura a los gobiernos divierte al pueblo, anima el espectáculo mediático. Pero, a la larga, cansa, desfonda, hastía
Desde que en 1978 entró en vigor la Constitución, los españoles hemos recorrido juntos un largo trecho. Durante este periodo hemos ido adquiriendo lo que ... podríamos llamar una cierta cultura democrática, integrada por un conjunto de convicciones, conceptos y pautas de comportamiento que han configurado nuestro modo de ser y nuestro modo de estar en la sociedad. Hay ciertos valores entendidos que todos aceptamos como indiscutibles. Nadie cuestiona, por ejemplo, que los partidos políticos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, y que constituyen el cauce fundamental para la participación pública. Y así mismo no se discute que los partidos que no gobiernan en las instituciones democráticas han de cumplir, desde la oposición, una doble función: por un lado, controlar al Gobierno, configurándose como un verdadero contrapeso a la fuerza política que haya conseguido la mayoría suficiente para gobernar; destacando los límites del poder, y enfatizando sobre los principios jurídicos y éticos que deben presidir toda acción pública; y denunciando aquellas acciones del gobierno que pudieran calificarse como un abuso o una desviación de poder. Pero, por otro lado, es también una convicción democrática que toda oposición leal, bien se ejerza frente a un alcalde, un presidente de comunidad autónoma, o el presidente del Gobierno de la nación, ha de plantear continuamente alternativas. Es decir, la oposición no puede limitarse a censurar al Gobierno de turno, sino que necesariamente ha de plantear, siempre y en todos y cada uno de los asuntos públicos, su alternativa; o sea, lo que ese partido de la oposición haría si estuviera en el poder. No basta con decir que no se está de acuerdo con el plan de viabilidad del Ayuntamiento de Murcia; hay que destacar cuál sería la alternativa a ese plan; y lo mismo cabe decir sobre la protección al Mar Menor, o sobre cualquier otro asunto de ámbito regional. Y, por supuesto, debería ocurrir lo mismo a nivel nacional. Uno puede no estar de acuerdo con la proposición de ley de amnistía; pero no basta con denunciar que Sánchez ha cedido en este asunto única y exclusivamente porque necesitaba los siete votos de Junts; hay que decir públicamente qué es lo que se propone para solucionar, o atenuar, la crisis de solidaridad territorial creada por los delirios separatistas.
Si importante es que la oposición controle al Gobierno, mucho más lo es que ofrezca continuamente alternativas a la sociedad. ¿Qué vamos a hacer para facilitar el acceso a la vivienda? ¿Cómo vamos a crear puestos de trabajo de calidad? ¿Cómo vamos a conseguir niveles de excelencia en la Educación pública? ¿Cómo mantendremos el nivel de calidad de la Sanidad pública? ¿Cómo nos proponemos hacer más cosas con menos impuestos? Todo esto, y mucho más, constituye las alternativas que los partidos de la oposición, en todos los niveles, están obligados a ofrecer a la sociedad.
Puede que sea una impresión mía, pero me parece que actualmente la oposición está más preocupada en destruir al adversario que en ofrecer una alternativa. Y esto, en mi opinión, constituye un grave error político. Porque las labores de control al gobierno pueden ser más llamativas, más impactantes para la opinión pública. Pero el ofrecimiento de alternativas políticas es mucho más necesario y mucho más trascendente. La censura a los gobiernos divierte al pueblo, anima el espectáculo mediático. Pero, a la larga, cansa, desfonda, hastía, y quizás llega a convertirse en uno de los factores determinantes de la desafección política. Cuando en una sociedad aparecen comentarios como «los políticos están siempre peleándose», o este otro: «los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo en nada», esto es un síntoma alarmante de que se está alcanzando un punto de saturación, y de que, a partir de ahí, la gente empezará a desentenderse de la política.
Echo de menos que haya más políticos por vocación, y menos personas que hacen de la política su único medio de vida
Por el contrario, las alternativas son siempre escuchadas con respeto. Porque son el cimiento de la esperanza, la afirmación de que hay otro futuro posible. Y estas noticias son siempre bien recibidas. Porque ni las personas ni los pueblos pueden vivir sin esperanzas. Y el espectáculo de 'quítate tú para que me ponga yo' no suscita precisamente entusiasmo, si no va acompañado de una explicación de la alternativa que se piensa aplicar cuando se desaloje a los que están en el poder.
En la situación actual, como viejo observador de la política, echo de menos muchas cosas. Me gustaría que se hablara más de la moderación, y que se practicara. Porque la moderación implica un talante intelectual flexible y nada dogmático; permite el diálogo, la transacción y el acuerdo, y facilita la convivencia política. Echo de menos que haya más políticos por vocación, y menos personas que hacen de la política su único medio de vida, porque la independencia profesional favorece la libertad de criterios y la firmeza para sostenerlos. Pero, sobre todo, echo de menos las alternativas. Sinceramente, me da exactamente igual que se meta en la cárcel a uno u a otro. Pero me gustaría saber qué futuro nos proponen para la España de nuestros hijos y de nuestros nietos.
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