Fachavales fachipobres
Los adolescentes y postadolescentes abrazan hoy, en un tanto por ciento que lo establecido considera peligroso, una reacción contra lo dominante
Querían bajar la edad para poder votar en las elecciones, hasta que se han enterado que bastantes adolescentes optarían por la ultraderecha y se han ... quitado las ganas. ¿Cómo era aquello que se decía de la juventud levantisca? Ah, sí: «quien a los dieciséis años no vota a ideologías de mano dura, no tiene corazón».
Dedican programas de la tele a tratar de analizar el fenómeno de los que llaman «fachavales» o «fachipobres» (el límite de edad es más laxo, en este caso). ¿Cómo es posible que en la edad en que la gente, o los proyectos de gente, es más rebelde se simpatice con partidos muy conservadores? Lo que es difícil de explicar es que no se lo expliquen. Hoy lo establecido es lo progresista, ese paradigma que sirve hasta para ir a comprar el pan de forma responsable.
Cuanto más se empeñen en negar esta consideración los progresistas, seguirán sin entender qué pasa. Y la contestación a eso es lo reaccionario, lo reaccionario de toda la vida. Las élites progresistas son vistas como los nuevos acomodados socioeconómicos, por eso no tienen a obreros a su lado. Aquellas que dictan cómo debe ser la teoría del mundo desde sus parcelas vigiladas. Los adolescentes y postadolescentes abrazan hoy, en un tanto por ciento que lo establecido considera peligroso, una reacción contra lo dominante.
El estricto código laico de valores que ordenan los aspectos más nimios de la existencia diaria y hasta los pensamientos involuntarios que no se deben tener, hasta un punto asfixiante que no podrían ni haber soñado los ulemas de las «madrassas» islámicas. Si creen que con dar bonos a los jóvenes para el alquiler esto se va a arreglar, no han entendido nada.
La socialdemocracia por la que se apostó unánimemente llega al colapso. Los adolescentes siguen como siempre, rebeldes. Los obreros siguen como siempre, pobres. Las revoluciones «de clase» no son sólo aquellas que imponen nuevos valores, también las que los quitan. Los «cristeros» mexicanos fueron revolucionarios contra lo entonces establecido, contra la iconoclastia y el ateísmo de la revolución mexicana. Fusilaron con el aliento de jóvenes y pobres y la bendición de Cristo.
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