Los jardines de Pipi
NADA ES LO QUE PARECE ·
No se erigieron en homenaje a la extrovertida, simpática y popular Pipi Langstrump, sino al futbolista Alberto SuárezNo hubiera sido una mala idea dedicar unos jardines, un parque o cualquier otra zona lúdica y recreativa a la entrañable y emblemática Pipi Calzaslargas, ... que, aunque parezca mentira, jugó un sustancioso papel durante el posfranquismo y la transición española. En 1974, cuando la serie fue estrenada en TVE, no tuvieron más remedio que cambiar su primitivo apellido, 'Mediaslargas', por el definitivo 'Calzaslargas', porque, al parecer, se le antojó un tanto ofensivo, por sus supuestas connotaciones eróticas, al estúpido censor de turno. Seguramente, el mismo que no permitió que Juan Marsé plasmara en sus novelas la palabra 'sobaco' y, sin embargo, consintió que apareciera, con todas sus letras, el vocablo 'puta'.
La pelirroja de marras, que fue inventada para la ficción por la escritora nórdica Astrid Lindgren, además de su provocador cabello, aspecto al que siempre le tuvo tirria la Santa Inquisición por considerarlo demoníaco, era una niña imaginativa y rebelde, fuerte como una roca, capaz de vivir sola y hacer frente a las mayores adversidades; con una madre inexistente y un padre pirata. Y con una rara familia compuesta por un mono llamado Señor Nilsson y un caballo que obedecía al nombre de Pequeño Tío.
Sin embargo, los jardines de El Palo ubicados junto a la playa Virginia de Málaga, a unos pocos metros del mar, no se erigieron en homenaje a la extrovertida, simpática y popular Pipi Langstrump, que tanto contribuyó al advenimiento de la democracia en nuestro país, sino a un hombre modesto, sencillo, muy querido por todos los malagueños de entonces, al que trató mal la vida, aunque gozó de instantes felices y tardes de gloria. Me refiero al futbolista Alberto Suárez, más conocido por el apodo de Pipi, que no iba ataviado de calzas largas, sino de calzón corto.
Había nacido en 1938 en uno de los valles mineros de Asturias. Su padre y su hermano José murieron engullidos por una de esas minas. Y, por ser hijo de minero fallecido en accidente de trabajo, obtuvo una beca para estudiar en un centro escolar de Málaga donde, a base de esfuerzo y constancia, obtuvo el título de Maestro Industrial. Fue un cura, el Padre Serna, quien se fijó en las excepcionales cualidades deportivas del muchacho. Fichó por el Málaga a los diecisiete años y jugó sus primeros partidos en la División de Plata de entonces. Seis temporadas, doscientos partidos y cincuenta goles le valieron para que el Real Madrid se fijara en él y pasara a formar parte del equipo merengue. Don Santiago Bernabéu, aunque puso mucho empeño en ello, no consiguió cambiarle su nombre de guerra y que fuera conocido por su primer apellido. Por lo que se quedó con Pipi para toda la vida.
Pero lejos de gozar de los laureles del triunfo, fue entonces, precisamente, cuando comenzó su calvario: lesión tras lesión, dificultad para conseguir la titularidad frente a estrellas como Puskas, Gento o Di Stefano... Hasta que se rindió y regresó a su ciudad de adopción para regentar una tienda, Deportes Pipi, en donde repartió simpatía y generosidad. Y algún que otro dinero que jamás le fue devuelto. Y aún tuvo que sufrir en sus propias carnes la muerte en accidente de tráfico de uno de sus hijos.
En diciembre de 2001, a los sesenta y tres años de edad, falleció en la ciudad de Málaga víctima de un ataque de asma. El periódico deportivo 'As' recogió en sus páginas la triste noticia, recordando que había pertenecido a la plantilla del Real Madrid, donde había marcado un gol y conseguido una Copa de Europa en 1963.
Una parte de sus cenizas fueron esparcidas por el terreno de juego de La Rosaleda. Y el resto, arrojado al Mediterráneo. Los jardines de El Palo, que llevan su nombre, hacen justicia a este modesto deportista cuya fama, que es, como dijo cierto escritor, un trozo de la nada, ha ido apagándose con el paso de los años.
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